Ese fatídico día, yo te dejaba mientras más me necesitabas y tu me dejabas en donde no me importabas, solo hubiese preferido que te hubiese quedado más tiempo para decirte perdón por haber sido una mala hija y por no haberte contestado el teléfono estoy segura que la razón por la que me llamabas era para pedirme perdón, para decirme que me querías, pero cociéndote quizá solo me insultarías como estás acostumbrado a hacer, como el mal padre que eras, el único consuelo que me queda es que tu estés en la esquina más putrefacta del infierno suplicando por redención.