Mariana observaba a sus amigas desde lejos, riendo y compartiendo secretos en el recreo. Siempre quiso unirse, pero la inseguridad la frenaba; sentía que no era lo suficientemente divertida ni interesante. Un día, escuchó cómo hablaban de organizar una fiesta, y se armó de valor para preguntar si podía ayudar. Una de las chicas la miró y dijo amablemente: "¡Claro, será genial tenerte!" Sin embargo, Mariana sonrió débilmente y se excusó, diciendo que tenía otros planes. Al alejarse, se reprochó no haber confiado en que querían incluirla. Su falta de confianza le robaba, una vez más, la oportunidad de pertenecer.