Sara siempre se sintió invisible en su familia. Su hermano menor, un prodigio en los deportes, y su hermana mayor, la estudiante ejemplar, acaparaban toda la atención. Sara, una adolescente creativa pero insegura, dudaba de su valor. Una noche, en la cena, intenté hablar sobre un concurso de fotografía al que quería inscribirse. Su padre, distraído, apenas levantó la vista del teléfono; su madre solo le recordó las tareas pendientes. "No es importante", murmuró Sara, apagando sus sueños. Esa noche, sacó sus fotos al basurero. Nadie en casa notó su tristeza, y Sara se convenció de que tal vez su voz no importaba.