LA GUERRA

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Agotado.

Existían muchas palabras para describir como se sentía en ese momento, pero si de escoger una se trataba, Deidara definitivamente elegiría esa: Agotado.

La guerra estaba resultando mas dura de lo que creyó en su momento, y eso que aún no pasaba ni un día. La tensión era palpable y no es como si su estadía como miembro de la alianza hubiera comenzado con buen pie. Para empezar, no importaba que el protector en su frente gritara a los cuatro vientos que estaba del lado de los buenos, la abrumante mayoría de sus compañeros lo miraban como si fuera una especie de infiltrado, y podía apostar la vida a que ninguno de ellos le echaría una mano por mucho que la necesitase.

Sorprendentemente, el único que no pareció querer asesinarlo fue quien menos esperaba.

– El sexto hokage avisó que quizás vendrías.

Deidara se giró lentamente al reconocer aquella voz, visualizando luego de muchísimo tiempo aquel cabello rojo que combinaba con sus ojos fríos.

– Lo hemos hecho todos – Comunicó, manteniendose tan neutral como le era posible estando en presencia del chico cuyo cadáver alguna vez utilizó como una vulgar silla.

Esperaba honestamente que nadie le hubiese contado ese detalle.

Indiferente de los acontecimientos pasados, Gaara se mostró interesado de pronto.

– ¿Eso significa que Sasuke ha vuelto?

– Si – Alzó una ceja, encontrando curioso su interés. Hasta dónde tenía entendido esos dos nunca fueron muy cercanos – Está con su hermano y el hokage en la tercera división.

– Bien – Se giró inmediatamente después de eso, como si ya no necesitara saber nada más, absteniéndose de partir solo porque Deidara le habló de nuevo. Se le escuchaba intrigado y algo irónico.

– No parece preocuparte mucho que un ex miembro de Akatsuki forme parte de tus filas.

– El pasado no es algo que debería definir el presente de un Shinobi – Los ojos del Kazekage permanecieron fijos en ese punto del horizonte que siempre lograba aflorar sus recuerdos mas difíciles. Luego le observó de reojo – Si eres honorable, podrás demostrarlo.

Deidara se limitó a asentir, aunque por dentro estaba bastante escéptico. Tal vez ese chico podía servir como buen ejemplo de superación personal, pero lograr eso le había tomado varios años, mientras que él apenas tenía unos minutos antes de tener que pelear junto a un grupo de personas que no le tenían ni una pizca de confianza.

Que irónico. En los últimos años había trabajado con un montón de ninjas crueles y despiadados, sin embargo, ninguno de ellos dudó cuando le tocó trabajar junto a él, asumiendo que si estaba en esa posición era porque podían confiar en sus habilidades, y así era. Resultaba chistoso entonces que la gente exiliada de las aldeas fuera más razonable que las personas que vivían en ellas.

Veinte minutos más tarde, la guerra oficialmente dió inicio.

A Deidara honestamente no sabía que le fastidiaba más, si el haber sido enviado a un desierto árido o el que sus supuestos colegas no parasen de cotillear entre si como si estuvieran en una casa de té. Cabe destacar que su presencia era el blanco principal de los chismes, así como los rumores de su relación con Itachi y la rareza del Kinjutsu. Él los ignoró casi todos, pues no le avergonzaban sus decisiones, al contrario, andaba de lo más egocéntrico por haber conseguido el amor del ninja más elogiado de su generación, por ser la primera persona que logró evolucionar un Kinjutsu, y porque gracias a ello logró transformar algo tan básico como el chakra en una cosita chiquita y hermosa que tenía las mejores partes de si mismo. Se volvía un poco sentimental cuando se trataba de ella, y quizás algo sobreprotector, pues no dudó en mirar intensa y fríamente al sujeto que se le ocurrió mencionar en voz alta el nombre de su hija.

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