CAPÍTULO 14: Hijo de nadie.

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Los días posteriores al cumpleaños número quince de Nezuko fueron incómodos; puesto que Zenitsu la evitaba para intentar cumplir la promesa, y la ojirrosada permanecía en su cuarto leyendo o simplemente pensando.

        Mientras tanto Kaigaku:

        —¿Cómo está saliendo mi inversión?

        —Señor, la inversión por la que pregunta no está dando nada de ganancias. Es absurdo seguir con el plan.

        —Sigue con lo que yo había armado —ordenó mirándolo amenazante.

        Y fue ahí que Kokushibo, harto de acatar órdenes suyas, habló—: Kaigaku, me importa poco que vayas a ser el nuevo rey, iré directo al grano.
Estás gastando el dinero del pueblo, de 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜 país. Las cantidades tan exageradas que estás desperdiciando nos llevarán a la ruina; y si no paras esto ya, el legado de tu abuelo desaparecerá.

        El menor, prácticamente sin inmutarse, replicó—: el dinero nos alcanza y sobra. No creo que por diez millones lo perdamos todo.

        —Ya llevas más de diez millones. Y eso sin contar las noches que pasas fuera del palacio, en bares y con mujeres. Tienes a tu prometida, te lo recuerdo.

        —Esa niña puede morirse si quiere. Me tiene sin cuidado.

        —En vista de que no puedo hacerte cambiar de parecer, me limitaré a avisarte. Si no dejas de tomar malas decisiones, tendré que consultar al Consejo —cuando, de repente, se le ocurrió una idea—. ¿Por qué no le pides ayuda a tu hermano? Él fue preparado por tu abuelo en persona. Está capacitado para tomar decisiones importantes.

        —¿Insinúas que yo no puedo?

        —No pongas palabras en mi boca. Sólo te recomendé que le pidieras asesoramiento.

        —Mejor ya lárgate.

        —Como quiera.

        El rey no hacía caso, pero no por eso Michikatsu dejaría que su reino cayera en desgracia, así que pediría ayuda al más pequeño de los Agatsuma como última opción.
Por lo que se levantó y, sin hacer reverencia, comenzó a caminar en dirección a la habitación de Zenitsu. Sin embargo, miró por la ventana y lo divisó en el jardín, y con paso firme y calmado bajó a verlo.

        —Príncipe —lo llamó desde unos pocos metros de distancia.

        —Ah, Kokushibo. ¿Alguna queja de mi hermano?

        —Veo que ya está acostumbrado —se colocó a la par que él y encaró el asunto sin mirarlo a los ojos—. Ya no sé qué hacer con él. Es increíblemente necio y a veces me pregunto si tiene sentido común, además de que no entiende que sus decisiones no traerán nada bueno.

        —¿Piensas hablar al Consejo?

        —Usted bien sabe, mi príncipe, que no basta con palabras para convocar una junta del Consejo. Me duele decir esto, pero el futuro rey tiene que cometer alguna estupidez y que sea grande para que nuestro llamado valga la pena.

        —¿Es todo lo que tenías que decirme? —quiso saber empleando un tono tranquilo.

        —Sí. Y con esto me retiro —volteó y dio algunos pasos, hasta que...— Señor, solo le recuerdo que en caso de que Kaigaku sea destituido del cargo, usted será quien adquiera esa responsabilidad.

        —Estoy al tanto.

        El Tsugikuni partió, dejando a Zenitsu solo y con miles de preguntas y pensamientos en su cabeza: ¿él quería ser monarca? Nunca había pensado en la posibilidad, pero ¿y si así fuera? La idea de suceder al trono no le asustaba, sin embargo su hermano mayor era el legítimo rey y el primer heredero en la línea sucesoria.

        El chico suspiró con frustración y se dispuso a ir a su cuarto, pero fue interrumpido por un sirviente al que había enviado Kokushibo.

        —Señor.

        —¿Qué sucede?

        —Es su hermano. Está bebiendo en su oficina. Tsugikuni-san me pidió venir.

        —Le he dicho que no lo haga —replicó en un casi susurro.

        —Debe ir a corregirlo. Tsugikuni-san prácticamente se rindió con él.

        —Ahora voy —afirmó con amabilidad y procedió a ir donde se le había indicado.

        Al llegar no se molestó en tocar la puerta, lo que enfureció más al ya ligeramente ebrio Kaigaku.

        —Así que ya fueron a acusarme —se burló en cuanto lo vio llegar.

        —¿Qué es lo que piensas? Kaigaku, eres un adulto, se supone que actúes como tal.

        —A ti te importa un carajo. Ve y encárgate de tus asuntos.

        —Por favor, entra en razón, no puedes seguir así toda tu vida.

        —¡Cállate! Deja de meterte en mi vida de una vez y lárgate a comer mierda.

        —¿Por qué es que me odias tanto? ¿Alguna vez te hice algo y...?

        —¡Porque tú no eres mi hermano!

        —... ¿Qué?

        —¡¿Por qué demonios crees que no nos parecemos?! ¡¿Por qué crees que nunca te he querido?!

        —Pero claro que soy tu hermano, nuestros padres...

        —¡"Nuestros" padres murieron por culpa de su amante! —el chico casi ni podía hablar a causa de la ira que bullía con fuerza en su interior, a causa de la rabia que provocaba en él el evocar dichos recuerdos —Hace trece años, cuando yo tenía cinco y tú tres, papá descubrió a nuestra madre revolcándose con un bastardo rubio. 𝑇𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒 —pronunció con desdén.

𝑀𝑖 padre denunció a mamá por adulterio, e inmediatamente después le quitaron su título de reina. ¿Pero cómo putas no se dio cuenta antes? Tú y yo no nos parecemos en nada. ¡Eres idéntico a él, con los mismos ridículos ojos amarillos, con el mismo estúpido cabello!

Colocó ambos puños sobre la mesa, entrando en crisis, y solo por un momento pareció quebrarse—: Luego de eso, cuando iban a firmar el divorcio y la zorra de nuestra madre iba a dejar la Corte y a llevarte a ti con ella... El carruaje en el que iban tuvo un accidente. En el que casualmente murieron los dos. Ahí fue cuando Jigoro nos adoptó.

Toda mi vida te he odiado. Te detesto, cada que te veo a ti, lo veo a él. Nunca se me olvidará la imagen del bastardo desnudo sobre la cama de 𝑴𝑰 padre con esa maldita ofrecida.

        Finalmente, se permitió llorar delante de Zenitsu, lo que impactó al menor. Pero su contrario pareció proseguir.

        —Pero por desgracia para mí, ambos somos hijos de esa estúpida cualquiera. Jigoro era padre de mamá, y ese pequeño detalle te hace de la realeza. A pesar de que ella engañó a mi papá, ¡eso no te quita el título de príncipe! —entró en frustración, y se desquitó tirando todos los objetos que reposaban ahí—. Lárgate de aquí —ordenó con los dientes tan apretados que casi no podía hablar claramente, y se cubrió el rostro para evitar que el rubio viera sus lágrimas y escuchara sus lamentos—, no quiero verte. 𝑯𝒊𝒋𝒐 𝒅𝒆 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆.

¿Traición? [ZeniNezu].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora