SEMANA 3

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narrador omnisciente

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narrador omnisciente

Con el pasar de los días el trabajo fue haciendose más cómplicado. Actuabas muy dolorido o tenías que hacer que se vieran doloridos.

Aunque las risas no faltaban en los momentos libres. Después de todo la mayoría eran veinteañeros con personalidades chiquilinas, podían divertirse incluso estando en medio de una guerra porque creen que es el mejor método para sobrellevar situaciones dificiles.

Matías Recalt había pérdido a su papá antes del rodaje y consideraba que esos momentos en los que sus amigos le sacaban una sonrisa o veía a Delfina eran los que le daban fuerzas y le ponían una curita al corazón.

Ese día se animó a llevarle flores a la maquilladora como primer paso para conquistarla. Estaba ahí con las mejillas sonrojadas, sentado espérando a que terminara de maquillar a Blas. Su pierna temblaba y las manos le transpiraban de tan solo pensar en que ella era alérgica a las flores o no le gustaban.

Él era un hombre clásico. De esos que regalaban flores o te escribían cartas porque no tienen miedo de expresar sus sentimientos en palabras. Era servible y agradecido cuando alguien limpiaba o cocinaba, sobretodo con los que hacían su trabajo porque era con lo que se ganaban la vida.

Su solitario y nervioso tiempo terminó cuando Blas salió y lo miró, esbozando de inmediato una sonrisa al verlo con un ramo de flores.

—Opa, ¿son para mi, amor?— el rizado se burló con una sonrisa que le achinaba los ojos.

—No, son para tu vieja— respondió Matías rodando los ojos y haciendo que su amigo soltase una risa.

Finalmente cada uno siguió con su camino. Blas se fue y él entró, captando instantaneamente la atención de Delfina, quien se limpiaba las manos con alcohol desinfectante como siempre que tenía que tocarle la cara a alguien.

—Hola, Mati— ella sonrió feliz de verlo y miró las flores— Ay, que lindas, ¿quién te las regaló?

—No, son para vos— Matías dijo y le pasó las flores que Delfina inmediatamente agarró con ternura— Quería traerte algo por tratarnos bien y siempre hacernos reír, pero si no te gustan...

—Nunca me habían regalado flores— Delfina sonríe felizmente mirando con detalle cada jazmín que había en el ramo— Gracias, Mati.

Ambos parecían dos adolescentes enamorados y lo primero que Delfi hizo con su regalo fue dejarlas con cuidado en un florero vacío que ella antes usaba para dejar las brochas, asi más tarde se las llevaría al hotel donde se hospedaba.

Aunque el gesto de las flores fue algo lindo para ambos; la chica notó algo raro en él. Estaba más serio que otros días y de vez en cuando soltaba unos pesados y cansados suspiros, como si estuviese inquieto por alguna situación.

Ella no se quería meter en su vida y mientras le maquillaba el rostro más bronceado se atrevió a hablar.

—¿Está todo bien? Estás medio chinchudo hoy— pregunta pasando con cuidado la brocha por sus mejillas que era la zona donde más afectaba el sol.

—Si, tranqui, estoy cansado nomás— él vuelve a soltar un suspiro y duda en decirle la verdad— Hace unas semanas falleció mi papá y hoy estaba pensando en eso, pero no te hagas drama.

—Perdoname, no quería molestarte— ella lleva su mano libre a su espalda para frotarla de forma reconfortante— Acá estoy cualquier cosa, Mati, y podés mandarme un mensaje si lo necesitas.

—Vos preocupate por seguir sonriendome que ya haces mi día con eso.

Y en ese momento Delfina sintió como dejaría las luces de Navidad hasta Enero, el avión volviendo a volar gracias a él, la sensación de querer hacerle sentir como es el "para siempre" y como en cada mesa le guardaría un lugar. Porque finalmente entendió por qué Taylor Swift dijo todas esas cosas.

Trató de ocultar su sonrisa en lo que terminaba con su trabajo, y cuando pasó de Matías a Roberto, se sintió satisfecha una vez más con esa hora y media que pasó perfeccionando cada detalle en su rostro con delicadeza.

Acomodó su largo pelo y lo observó con cautelo para diferenciar lo que debía mejorar para la próxima vez y como poco a poco tendría que ir oscureciendo su piel, pero él mirandola a los ojos directamente por primera vez mientras hace su trabajo fue el motivo de su distracción.

—¿Qué?

—No dije nada yo.

—Pero me miras con esos ojos— la maquilladora suelta una risita nerviosa.

—¿Qué ojos?— el actor finge demencia frunciendo un poco el ceño— Sos como la intro de Cae el Sol de Airbag, ¿sabías?

La castaña se muerde el labio inferior y rueda los ojos sin saber qué hacer ante tal cosa. Ella había hecho un cover de esa canción hace un año y notó que a él se le había escapado un me gusta, pero parecía que ni siquiera le importaba, como que ya asumía que ella lo había visto y no podía borrarlo.

—No digas pavadas, tarado— deja las brochas en su lugar para luego ir a lavarlas tratando de ocultar su nerviosismo— Dale, anda afuera que siempre sos el último que llega.

—Bue, se ponía en modo gila— él la molesta y se levanta de su lugar para estirarse un poco. Casi no podía moverse para no molestarla mientras trabajaba, asi que prefería tener dolor de espalda antes que ser motivo de quejas— Gracias, Del.

—A vos por las flores— la ojimarrón le sonríe timidamente— Dale, dale, dale que quiero lavar mis brochas sin ver tu cara de gusano.

—Andaa— otra vez estaba esa risa que Delfina tanto amaba— Ya vas a querer que venga a molestarte cuando terminemos la pelicula.

—Tengo que aguantarte como otros cien días más— se queja y lo echa con un gesto— Hace bien las escenas que mi gato me está espérando en casa.

—Entonces vos maquillame rápido para que yo no tarde tanto— él la mira desde la puerta con una sonrisa— O no me sonrías asi dejo de sacarte charla para verte de nuevo con tus ojos chinitos.

Slut! | M. RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora