Parte 7: El poema que te escribí en la mañana

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Josef estaba frente al padre de Keidys:

—Perdón, ese día estaba muy alterado, no sabía que Keidys estaba embarazada, nunca lo imaginé... Sé que lo que yo hice no tiene alguna explicación; aun así... Estoy muy, pero muy arrepentido de lo que hice, yo amo demasiado a su hija. Fui un idiota que no supo ver lo que estaba perdiendo, no supe apreciarlo, le prometo que algo así de ahora en adelante no se va a volver a repetir, si Keidys llega a perdonarme trataré de hacerla feliz, haré todo lo que esté en mis manos para cuidarla y también a mi hijo —los ojos de Josef se inundaron de lágrimas.

La señora Gonzales entró a la sala y se sentó al lado de su esposo en el mueble:

—Nunca en mi vida vi a mi hija tan triste como esa noche, no estoy de acuerdo con que Keidys esté a tu lado, es que has cambiado tanto Josef... —dijo la señora con voz severa.

—Lo entiendo perfectamente, está en todo su derecho de estar enojada, si alguien maltrata a mi hermana yo nunca lo perdonaría —respondió Josef.

—Veo que estás de verdad arrepentido, pero será difícil que Keidys cambie de parecer, tendrás que demostrarle que en realidad estás arrepentido de lo que hiciste —explicó el señor Gonzales.

—Señor yo... Yo haré todo lo que esté en mis manos, así sea que tenga que arrodillarme y suplicarle su perdón, yo lo haré, porque de verdad, no quiero perderla; deseo casarme con su hija y crear una familia, es la mujer con la que me veo pasando el resto de mi vida.

Los señores Gonzales se miraron las caras, como si hablaran por telepatía. Dicen que cuando dos personas llevan tanto tiempo juntas con el solo hecho de mirarse a los ojos pueden saber lo que el otro piensa.

—Solo esperamos que lo que ahora estás diciendo lo puedas cumplir —dijo la señora Gonzales a Josef.

—Voy a demostrárselo —respondió el joven con voz segura.

Claudia estaba soltando carcajadas con Gera mientras comían pollo frito en la sala de la casa de Keidys, en ese momento el gato de la dueña de la casa se subió a las piernas de Gera.

—¡Niango! —gritó Gera mientras abrazaba al gato.

—Qué nombre tan raro le puso Keidys al gato —soltó Claudia.

—Oigan, alguien no bajó la cadena del baño ¿Quién fue la puerca? —preguntó Mateo al entrar a la sala.

—Yo si lo bajé, solo que no se bajó bien, creo yo —respondió Gera entre una risita.

—Esta tipa ya está borracha... —masculló Mateo.

—¿Ya se comieron todo el paquete de pollo? —preguntó Gabriel que acababa de llegar—, traigo un hambre...

—Es que por fin se me fueron los malestares del embarazo y ahora me da mucha hambre —respondió Claudia entre una risita, tenía un muslo de pollo en su mano derecha y estaba mascando una parte.

—Sí... ya me di cuenta —dijo Gabriel sentándose a su lado—. Tengo hambre...

Tomás y Josef entraron a la sala con dos arreglos de flores, los pusieron a un lado y volvieron a salir.

—Yo no voy a ayudar, por mí que Josef se joda —soltó Gera acostándose en el mueble—. Quien lo manda... a... tratarla mal... —se quedó dormida.

—Es mejor que la lleves al cuarto, ah... y recoge las botellas de cerveza, necesitamos la sala limpia —dijo Mateo a Gabriel.

—Oye, por favor, prepara algo de comida, tengo hambre y yo así no puedo trabajar —pidió Gabriel a Mateo.

Ella era fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora