Prólogo: Ella Duerme

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"Nuestros sueños entrañan algo verdadero. En ellos reconocemos nuestro propio yo, a pesar del disfraz de elevación o rebajamiento con el que se nos aparece."

- Sigmund Freud. (1900). La interpretación de los sueños

La noche llegó, y con ella una joven se dispuso a dormir

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La noche llegó, y con ella una joven se dispuso a dormir. No iba a ser tarea fácil, ya que no había podido conciliar bien el sueño los últimos días. Algo le provocaba desasosiego, y todas las noches se preguntaba qué es lo que podría hacer.

Recordaba las voces. Las risas.

Dios, esas risas.

Acostada, se dio media vuelta en su cama para acomodarse del otro lado, esperando que ello le ayudara a conciliar mejor el sueño. Luego de diez minutos, no tuvo éxito.

Se puso a pensar en lo que vio en... No, no debe prestarle demasiada atención a eso. Lo pasado, debe quedar ahí.

Reflexiona que el mundo a veces puede resultar demasiado complicado, y se imagina a los adultos pretendiendo comprender qué es lo que están haciendo. "Debes madurar", le dijo su papá una vez que la encontró llorando. "Si no lo haces, todo te abrumará. Eso es crecer."

La realidad es que ellos fingen entender la vida, pero nadie la entiende en realidad, es solo aventar la pelota y esperar lo mejor. Los adultos en realidad no saben lo que es vivir. Sólo existen, sin más.

Viveca iba gradualmente perdiendo consciencia de sí mientras contenía dentro de su mente dicha ironía.

Se imaginaba a sí misma recostada en medio de un campo vasto, donde las flores azules danzaban con la brisa suave. La fragancia embriagadora de las flores se entrelazaba con el aire, inundando sus sentidos con una dulce armonía de aromas frescos y florales. Cada inhalación era como sumergirse en un mar de fragancias que acariciaban su ser, dejando una estela perfumada que se tejía hábilmente en sus pensamientos.

La textura suave de los pétalos bajo sus dedos le susurraba secretos de la naturaleza, mientras sus manos se movían delicadamente entre las flores. La sensación fresca que emanaba del campo se filtraba a través de su piel, impregnándola de una vivacidad que resonaba desde lo más profundo. Cada tiempo que transcurría ella parecía fundirse con la tierra, creando una conexión tangible con la naturaleza artificial que la rodeaba.

El sonido suave del viento entre las flores era como una melodía suave que acariciaba sus oídos, un susurro armonioso que la envolvía en un abrazo sonoro. Los colores vibrantes del paisaje danzaban ante sus ojos, creando una sinfonía visual que iba más allá de la mera vista. Cada tonalidad era una nota en esta composición natural, pintando un lienzo de serenidad y belleza.

En este campo de sueños, la joven no solo imaginaba, sino que experimentaba profundamente cada sensación como si el mundo onírico se manifestara a través de sus sentidos. Cada detalle, desde el aroma embriagador hasta la frescura palpable, tejía un tapiz sensorial que la transportaba a una realidad que, aunque efímera, resonaba con una intensidad que trascendía lo imaginario.

El contacto vivo con esa alucinante visión, orilló que Viveca se sumiera en un sueño profundo, tranquilo, apacible. En un breve lapso de tiempo, todo fue oscuridad.

Viveca Y Los Sueños Perdidos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora