Acto 5: Los Anhelos Más Fuertes

6 0 0
                                    

—¡Regresé a ser un niño!— exclama Luca, sumamente alarmado. Puede sentir pasando entre sus dedos su desmarañada y negra cabellera. Su pelo lo frota ansiosamente como si ello de forma mágica  le devolviera su figura adulta. Sin embargo, sus inocentes intentos eran en vano, y sigue sintiéndose como un niño de ocho años, flacucho y débil.

En eso, repara en la presencia del misterioso muñeco que se encontró en su consultorio. Y, en efecto, Sognetto se halla frente a él, con esa mirada inexpresiva y melancólica a la vez.

—¡¿Qué hiciste?! — espeta Luca, perdiendo la calma de manera muy manifiesta.— ¡¿Por qué demonios me trajiste a este maldito lugar?!

—Te traje aquí para cumplir con tu anhelo más fuerte—responde calmadamente Sognetto. En ningún momento, a pesar de emanar una sensación de tristeza en el ambiente, él llega a perder los estribos ni la compostura.—Pude entrar a tus sueños, y vi que tú querías volver aquí.

—¡Eso no es verdad, me has devuelto al infierno!

—¿El infierno?—El muñeco observa a su alrededor, como sopesando lo que escuchó de un enardecido Luca.— No veo fuego ni diablos con cuernos y cola puntiaguda.

—¿Estás acaso burlándote de mí?—La paciencia del ahora niño se estaba terminando.—Exijo que me regreses a mi momento actual ahora mismo.

—Yo no puedo hacer eso—responde Sognetto, con el mismo interés como si dijera que no podía ir a comprar leche a la tienda.

Luca lo mira, descompuesto. Luego, se percata de que no sirve de nada hablar de forma tan intempestiva con una figura que, en esencia, sigue siendo infantil e inocente. Intenta recomponer su actitud profesional, se toma unos segundos para ello, y luego con su voz calmada explica:

—Mira, comprendo que lo que quieres es ayudarme. Lo agradezco y valoro bastante.—Sognetto lo observa con una expresión que Luca interpreta como de atención.— Pero este momento ya pasó, no es más. Mi presente, por otro lado, sí existe y puedo cambiar cosas a partir de ahí. Si me permites-

No pudo terminar su discurso, ya que el intento de puerta de su habitación se abrió de golpe.

—¡LUCA, TENEMOS QUE IR AL REFUGIO AHORA MISMO!

Entra al cuarto una mujer joven, de aproximadamente treinta años, de piel clara y complexión delgada. Su cabello era negro, largo y que se notaba que peina con esmero a pesar del maltrato que tenía. De igual manera, sus pecas en el rostro alrededor de su nariz, y sus ojos claros, enigmáticos, desprenden características que anuncian en otros tiempos una belleza especial.

Sin embargo, esas épocas ya pasaron, y ella se ve demacrada, ojerosa, y se lograban notar la clavícula en sus hombros de lo delgada que está. Carga en sus brazos a una bebé, de aproximadamente un año y medio de edad, también pero en menor medida desnutrida.

Luca las reconocen a las dos, y sus ojos se enjugan de lágrimas. Esa cara de la persona que en su momento, y ahora, le transmitía una sensación del más enorme terror enmascarado de determinación.

—Mamá... Hermana...—musita. La mujer, por su parte, no espera perder más tiempo. Toma a Luca del brazo con fuerza y firmeza y se abalanza arrastrándolo hasta la entrada de la casa. Sognetto los sigue, con una curiosidad desconcertantemente infantil.

Y al salir a la calle, el exterior se trata de una zona de guerra.

***

Viveca ve con los ojos bien abiertos y expresión desconcertada el catastrófico entorno al que la había traido Aura.

—Este es el sueño que conducía el rastro onírico—explica la Guardiana, y se rascó copiosamente la nariz después de percibir el olor acre del humo y la pólvora.

La ciudad se halla envuelta en un manto de desolación y caos. Sus calles, en otro tiempo llenas de vida, ahora se encuentran marcadas por el eco distante de la destrucción. Cerca podía apreciarse un edificio antiguo, alzándose con orgullo y dignidad patriótica entre los escombros y las ruinas, con fachadas erosionadas por el paso del tiempo y el conflicto..

En cada rincón, se puede escuchar el estrépito de los disparos y las explosiones que dan sitio a un conflicto armado. El cielo, una vez azul y sereno, ahora está cubierto por un manto gris de humo y nubes de tormenta.

—¿Dónde estamos?—pregunta Viveca, aún descolocada.

—Es un sueño-recuerdo—responde Aura.—Seguramente es de la persona que vimos hace rato.

—Puedo imaginar lo que es un sueño-recuerdo.

—Sí, es tal cual lo que su nombre sugiere. Hay momentos en que se forman sueños de situaciones y eventos ya vividos. Generalmente son traumáticos.—Viveca se muerde el labio al recordar que, efectivamente, sabe de lo que Aura habla.— Este en particular parece hacer referencia a un levantamiento armado que vivió la  persona.

"Esto me recuerda a...", piensa Viveca, recordando artículos y libros de historia que había leído para tareas escolares. Sin embargo, es interrumpida en sus pensamientos por unos gritos sonoros que se transmitían por megáfono.

—!VIVA LA INDEPENDENCIA DE ROVATIA!

De pronto, por las calles, los pocos residentes que quedan, rezagados dentro del conflicto, empiezan a andar presurosos, con sus rostros marcados por el miedo y la incertidumbre. Viveca, repentinamente, escucha una sonora explosión y adquiere consciencia de que se hallaba enmedio de una seria confrontación.

Varias camionetas militares empiezan a circular por la zona, con soldados alertas ante cualquier intento de emboscada. Su misión es guardar y preservar el status quo del país. Golpes secos de metralletas hacen eco desde sitios lejanos, mientras que explosiones ahogadas por la distancia servían de mensaje anticipado de la tormenta que se acerca.

—Estamos en una ciudad de... Europa Oriental—manifiesta Viveca, intentando recordar sus lecturas.— No sé cuál, la verdad.

—Necesitamos encontrar al portador de este sueño—grita una Aura ensordecida, con sus sensibles oídos lastimados por la cacofonía.—Seguramente el Sueño Perdido está con él.

Viveca asiente con timidez. Oye a lo lejos el llanto de un bebé, y no puede evitar sentir pena y compasión por estas personas que, en la vida real, vivieron esta tragedia en carne propia.

—No entiendo, cómo puede el Sueño Perdido permitir que esto se exprese de esta manera—comenta.—Es cruel, aunque sea una ilusión.

—Y si la red onírica se rompe definitivamente, y contamina el mundo real, las cosas pueden salirse de control. Todo el caos, la guerra, el conflicto... Joven Viveca, tu planeta se transformaría en un mundo de guerra.

Viveca sonrió con tristeza e ironía.

—Entonces no cambiaría mucho.

***

Luca sigue siendo arrastrado por la mano de su madre, cargando con ayuda de su otro brazo a la pequeña bebé. Están pasando corriendo unos edificios gubernamentales, símbolos del antiguo régimen comunista; antes alzándose gloriosos y ahora envueltos en llamas y humo. 

El muchacho recuerda todo, y un escalofrío insoportable le invade por todo su ser, tanto que por momentos constantes le hace trastabillar.

—Luca, un gran ataque se acerca. Necesitamos resguardarnos con el resto de la gente en el punto de reunión más allá de la zona central. Ellos no discriminan.—La señora derrama varias lágrimas pero su determinación no flaquea.—Tu padre luchó contra los revolucionarios, su sacrificio por nosotros no será en vano.

Luca recuerda con terror todo. La antesala de un momento que lo marcó para siempre.

—¡Mamá, necesitamos cambiar de ruta!—exclama espantado, intentando jalar en vano a su madre. No tiene éxito, es demasiado pequeño y débil.

—¡Hay que avanzar, no estamos lejos!

—¡MAMÁ!

Pero es tarde. En cosa de segundos, escucha un objeto metálico rebotando como una lata, seguido de una explosión cuya onda de choque los avienta agresivamente.

Sognetto, impasible, observa todo sin externar una palabra. Sin embargo, los ecos de sus pensamientos se hacen presentes.

Así que esto es lo que quieres cambiar.

Viveca Y Los Sueños Perdidos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora