vanished vanity

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Buscando en los escombros
Personaje: Chica

En esta invención mía de "las sombras (o shadows) como problemas emocionales/de conducta/complejos humanizados", también quise aprovechar para poner algún estereotipo en mis historias (y darles un giro de tuerca, agregarle matices a ese estereotipo, o algo).

Su mente estaba en blanco. Atrapada en una nebulosa constante de palabras que perdían su forma y significado, sin poder formular una respuesta ante aquella incógnita. Mordió sus labios, una ya acostumbrada acción cada vez que el nerviosismo y las dudas prevalecían en ella. De verdad, era un asco para esta materia.

Mentalmente, volvió a leer la consigna, con la breve esperanza que está vez pudiera entenderlo: “Revisemos el concepto de salud que armamos al comienzo, (...) Pensando en tu estado de salud: ¿Qué aspectos consideras que debes o debiste fortalecer?” ¿Cómo lo hiciste o lo harías?"

La pregunta quedó allí, flotando por el vorágine de recuerdos que se le avecinaban a montones. Memorias de un pasado que se obligó así misma a olvidar, y que ahora la envolvían y abrazaban por todo su cuerpo, anexadas por esa interrogación llena de intención. Su mirada resbaló un renglón, leyendo otra consigna: “¿Qué acciones deberíamos realizar en nuestra vida cotidiana para poder mantener nuestro estado de salud?”, bueno, por lo menos está última es más sencilla de responder.

Se intentó convencer así misma...

Se limitó a pensar en su respuesta, intentando hallar las palabras adecuadas para completar el ejercicio. Dejó su lápiz vagar entre sus dedos, danzando en el aire, en espera de aterrizar sobre el papel y continuar su coreografía de trazos y vueltas en la rayada y blanca pista.

Oyó risitas en el fondo, algo que de modo automático, la puso en alerta. Miró al frente, la profesora también lo había oído pero estaba bastante ocupada corrigiendo la carpeta de alguien. Volteó para divisar a los que se sentaban atrás. Con muecas jocosas, susurraban y señalaban a una joven que se situaba casi en el medio.

La pobre víctima de aquellas burlas se encontraba justo un asiento atrás al costado suyo. Era una muchacha de aspecto rollizo, una piel bastante paliducha, pelirroja, rostro redondeado, y unos mofletes que le recordaban a los bollos de azúcar que tanto le gustaba.

La transparencia de su expresión, y esa forma que sus verdosos ojos lucían opacos y tristes en esa extraña, denotaba una gran inseguridad, deseos de ocultarse y un profundo aborrecimiento hacia su propio cuerpo. Justamente, esos mismos sentimientos que en días pasados la habían envenenado, que se deslizaban a través de cada región de su cerebro cual corrosivas sanguijuelas que destrozaban su lado más racional, siendo lideradas por esos tontos prejuicios que se ceñían con garras y dientes en su interior, tan vacío y monótono en esos tiempos. Esos días oscuros que su mente, ya infectada por perjuicios, solo se regía por un objetivo en claro: poder ser delgada y bonita y, simplemente encajar.

Para algunos esa meta autoimpuesta solo era un vacío interior de todos los días, para otros apenas un simple desánimo fugaz comparado ante traumas más severos, de personas con problemas reales con diferencia de los suyos y, en cualquier caso, solamente algo que nos dice que este día no ha valido la pena siquiera existir, que nos termina por bloquear para hacer aquello que tanto amamos. Tal vez, solo y únicamente es eso, un abatimiento que ni siquiera debía darle importancia. Si cerraba los ojos, aún podía oírlos, las quejas respecto a sus lloriqueos. Las constantes comparaciones...

Comenzaba a pensar, que quizás pudieran tener razón. «¿Por qué me dedicaba a sumergirme en la miseria, si vivía en un mundo con personas que la pasaron peor? ¿De verdad... me hago la víctima?», de pronto sus pensamientos fueron cambiando de tono, uno que la furia fue adueñándose de su voz interior. «Pero, ¿y qué tal si no? La vida misma es más que una vulgar competencia de quién sufre más, ni las lágrimas son el premio de consideración para la alma plagada de el más vivo dolor»

Esos sentimientos que la embargaron en sombrías perspectivas, y que ahora puede reconocer esa misma aflicción incluso en las experiencias ajenas. Regresó su vista en la hoja, acercando su lápiz para trazar la primera letra, y la imagen de esa pelirroja se coló por entre sus pensamientos. De pronto su figura se difuminó, y en su lugar se hallo ella misma de unos años antes.

Lo más destacable era la anchura de su cuerpo, incluso demasiada para una chica de su edad... para tratarse de alguien de los cursos primarios. Su sonrisa en aquel tiempo destilaba optimismo y seguridad por comenzar su etapa en la secundaria, un nuevo capítulo en su vida. Pero pronto se estrepito contra la dura realidad, el brillo de su confianza fue menguando hasta apagarse, casi desaparecer. Todo tipo de burlas y ofensas, verbales o físicas, dichas a sus espaldas o echadas en su cara... que la llevaron a un vaivén constante de odio.

Ahogándose en la deriva, hundiéndose en una densa marea de sombras de inseguridades y tristezas que parecía ser una parte inamovible y férrea de su propia alma, que infectada estaba por sus obsesiones con la dieta y belleza. Pretender ser perfecta. Atrapada y cegada por los engaños, que con promesas falsas, le aseguraban mejorar su estado físico.

Pensaba que aplicar medidas drásticas su vida social mejoraría notablemente, y quizás por fin sentirse liberada de cargar con tantas juzgadoras miradas. Y es que... ¿Cuántas veces ha luchado para conseguir levantarse por la mañana, por cada día? ¿Cuántas veces la vida misma la ha obligado a fingir? ¿Cuántas veces lo ha soportado... ? Ese cúmulo de sensaciones, que tarde o temprano terminarían por explotar, era como experimentar un océano rabioso y tormentoso dentro suyo.

Eran sentimientos superpuestos que cualquiera podía padecer, un cóctel explosivo que si detonabas hasta la más minúscula mecha podría inflamarse y generar destrozos a todo aquello que lo rodeaba. Y todo eso no era radicado por una cuestión de edad, sexo, ni situaciones económicas. Pues aún  rodeada de lujos, con todas las comodidades que una niña pueda necesitar, ni así estuvo exenta de que esa oscuridad la acorraló para susurrarle que sería más fácil rendirse. Que nadie la voltearia a ver a no ser que sea para criticarla, insultarla...

Siguiendo ahondando, buscando entre los escombros de un pasado no tan lejano, se preguntó para sí misma “¿quién le hizo tanto daño?”. Sin querer dilatar en demasía, todo inició con el acoso sufrido de la escuela primaria y sus primeros años en bachillerato, una etapa que pensó haber dejado atrás al proponerse bajar de peso, sacarse de una vez aquellas espinillas y granos, pero le dejó secuelas como regalo de despedida. Efectos secundarios que poco a poco la convirtieron en una criatura autodestructiva, mal carácter y abrumada por complejos. A pesar de contar con amistades, con el afecto de su familia, y con todo lo que una adolescente podría desear, esa repulsión aún seguía viviendo cual parásito. Los insultos y desprecios hacia su reflejo no se hacían esperar cada vez que se contemplaba. Maldecía constantemente la palidez enfermiza de mi piel, las eternas sombras bajo los ojos, los kilos de más que eran naturales para un cuerpo en desarrollo, sus calificaciones tirando a mediocres, su nula coordinación, esa hipersensibilidad que la hacía llorar siempre cual reina del drama, esa torpeza en deportes por la que siempre me elegían al último en clases de Educación Física... Oh, ni hablar de aquella sobreprotección parental. Cómo si no tuviera ya suficiente con todas las críticas y demás mierdas que soportaba como para agregar el "ser una niña mimada y consentida" en la lista.

Y para añadirle la guinda final a su pastel de desgracias, como por su maldito temperamento arruinó sus relaciones, incluso la más preciada que tenía. Se sentía una basura por ello, desde pequeñas se prometieron que, por encima de cualquier malquerencia, siempre serían socias y unas fieles compañeras de por vida.

Pero eso es lo que obtienes por dejarse llevar por manías y malas influencias, te terminan alejándote de aquellos que te querían en un inicio... Y ese estado de culpa aún perdura al día de hoy, pues aún no ha encontrado el momento para encararla y disculparse por todos los errores que cometió. Y lo entendía. Era su castigo por comportarse tan necia solo... por guiarse de ese tipo de comentarios.

Al fin y al cabo, eran las cenizas que quedó de sus problemas y no se las terminó por llevar el viento. Y poniéndole un grueso punto final a su redacción, decoró el último renglón del papel con su legible firma:

Chlóe Rodney.

FHS: THE SHADOWSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora