Capítulo 1

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-15 de Enero de 1879, Calama.

Mando Boliviano a cargo del Comandante Raúl Mamani 0700, edificio de comando estratégico.

-Comandante! -gritó uno de los encargados de las comunicaciones-. La flota chilena ya está llegando al puerto.

El comandante Mamani se levantó de un sobresalto y prendió un puro.

-¿Y los peruanos?-

-Los informes dicen que encontraron resistencia, pero deberían estar arribando en unas horas junto con el contingente chileno, señor -respondió el joven encargado.

-Perfecto. Que los muchachos se preparen para partir. ¡Les enseñaremos a esas bestias de mierda a no meterse con la Alianza del Cóndor! ¡Viva Bolivia!-

El cuartel estalló en un grito unísono.

Con el ejército combinado de Perú, Chile y Bolivia, harían retroceder al fin al infame invasor.

Tres meses antes, en medio de una creciente tensión política, el mando militar boliviano recibió noticias confusas sobre la desaparición casi completa de la población de una salitrera chilena en terreno bolivariano.

Chile y Bolivia investigaron el caso, culpándose mutuamente por el extraño fenómeno.

Quince días después, pactaron una cooperación mutua para investigar el caso.

Una operación militar conjunta los llevó hasta lo profundo del desierto, donde encontraron una gran fosa que parecía una mina y una escena horrenda: cientos de cadáveres enrojecían las arenas del desierto y unos monstruos humanoides de largos colmillos y ojos rojos saboreaban la carne de las víctimas. La reacción de los soldados fue una mezcla de miedo, asco e ira, descargando una ronda tras otra de disparos sobre las horribles bestias.

A pesar de demostrar una inhumana resistencia, las criaturas cayeron bajo el fuego de los fusiles. Pero eso solo fue el comienzo. De la fosa comenzaron a emerger más y más monstruosidades, algunas portando burdas armaduras de hierro y grotescas armas que parecían trozos de metal mal forjados. Otros montaban bestias similares a enormes lobos, y criaturas más pequeñas pero con miradas perversas revoloteaban entre sus piernas como si danzaran en un macabro carnaval.

El oficial a cargo ordenó la retirada, pues eran poco más que una compañía con apenas munición para unas pocas rondas más. El extraño invasor cazó poco a poco a los soldados, pero finalmente un mensajero logró llegar a Calama e informar al comandante del inminente ataque. Durante meses, el ejército boliviano acumuló armas y munición en la ciudad ante una posible guerra contra Chile por lo que el comandante Mamani formó una espléndida resistencia contra los monstruos del desierto.

Si bien el primer ataque fue rechazado, no fue el único, y poco a poco la tenacidad de los soldados bolivianos comenzó a mermar.

Un mes después, Bolivia pactó una cooperación estrecha con Chile, permitiendo al ejército chileno reforzar las líneas bolivianas. Calama no fue la única afectada; por todo el desierto de Atacama, los invasores marchaban atacando cada pueblo, salitrera o ciudad a su alcance. Pronto, el ejército peruano intervino y en Lima se firmó la cooperación de la Alianza del Cóndor.

El objetivo de esta alianza era organizar un ejército combinado para repeler la invasión y perseguir a los monstruos hasta su origen. Unas semanas después, la Alianza del Cóndor fue capaz de localizar y hacer retroceder al invasor cuando intentaron cruzar el río Loa en dirección a Tocopilla.

A pesar de la ferocidad y sobrehumana resistencia de las bestias, quedaron atrapadas en el fuego de los cañones y las ametralladoras, incapaces de romper la línea de trincheras. Las bestias que intentaron escapar fueron perseguidas por casi mil jinetes de la caballería del Cóndor. Finalmente, el 14 de febrero de 1879, el ejército del Cóndor llegó a la gran fosa y comenzó el contraataque.

La alianza del cóndor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora