Primera cicatriz

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Plena década del noventa.

Banfield.
(Cuando la euforia de la globalización anestesiaba la mente de las personas para que se olvidasen de los errores del pasado).

En una de esas noches de ratas, Raúl trajo a sus amigos (si así se les puede llamar, porque ante la primera falta de alcohol o drogas la amistad se diluye. Nunca supe definirlos) en una junta a las afueras de la casilla donde vivían. Estaban muy ebrios bajo un Manzanero, en plena noche sin estrellas, alrededor de una fogata y sentados en el piso entre manzanas carcomida por insectos, ya que se había cortado la luz en el barrio.
     Se oían los balbuceos de hombres entrando en la forma que tiene el hombre roto de acortar su vida. Tomaban con tanta naturalidad las drogas, los vicios y los artefactos mortales, que con completa confianza limpiaba un arma de fuego, cargada, frente a todos.
     Hablaban de la venta, del baile y de los que se habían casado, a los que habían engañado y quienes se habían convertido al cristianismo. Charlaban de las mafias en los trenes, que ya nada era lo mismo y donde podían empeñar sus ropas para conseguir más alcohol.
– Miralo al boludo de Pablito. El más maricón. – se refirió José a Pablo que colgaba las polleritas y calzas rotas de sus hermanas en el alambre.
Raúl se rió porque conocía a su amigo y su retorcida forma de divertirse, mientras frota su calibre... cual fuera ese calibre. Ya era costumbre esas peleítas para crear una placentera atmósfera que serviría para inclinarse un poco más a la locura y el estamento, incluso cuando sabía que ese era el problema que no podía ser nombrado.
— ¡No se ensucian las manos! — agregó, otro, que limpiaba una manzana en su remera. – ¡Los Lefler siempre fueron iguales!
— ¡¿Qué?! ¡Mis hijos no son giles! Este apellido de mierda…
— No les enseñaste nada de la vida, boludo. Seguro que no saben ni limpiarse los mocos.
— Dejalo al hombre. Se quedó sin su hijo. Miralo, tiene tres hijas.
Se rieron a carcajadas.
– Seguro que si le doy el chumbo a Pablito se le cae.
– Dáselo a una de mis nenas.
– Deja de humillarte solo, Raúl.
— Naah, no las traigas que Pepe no se controla con esas cosas.
— Pepe las miras y te mato.
— Yo no dije nada, boludo.
— ¡Lelis! ¡Nelly! — ordenó. – Vengan. Si lo hacen, José me das diez pesos.
— Listo.
Entonces, de la casilla, salieron las niñas con los ojos grandes y pies descalzos. Pablo las mira.
– Nelly, ponete acá.
– No, Pa. Se están burlando de mí. Dejame que lo haga yo.
– Salí de acá Pablo, me haces pasar vergüenza. Vos ya sos un caso perdido pendejo maricón. Anda a lavar la ropa.
Pablo la agarra a Nelly del brazo.
– Pa, se va a lastimar. ¡Por favor! – Lo noquea. Queda tendido en el pasto. La agarra de los hombros y la arrastra hasta el lugar donde él quiere que esté. Los ojos de Nelly se tornan brillosos cuando contempla a su hermano con la cara en la tierra.
– ¿Qué haces? – Preguntó Carlos, que dudaba si era una broma o era enserio.
– Ya vas a ver estúpido. – Se inclina a su hija. – Quédate quieta y dejá de temblar.
Llama a su otra hija, con un tono de voz ronco y completamente alterado. Hay un gato, de las niñas, que da vueltas y los mira.
Le quita el arma a José, el cual lo mira sonriente y una leve risa placentera que se le escapa mientras Raúl se la entrega a su hija menor, que toma la calibre (no sé cuál) con la manos temblorosas y el corazón causando que se estremezca. Su papá se acerca al otro hombre y le arrebata la manzana, a la que coloca en la cabeza de Nelly.
– Dejá de temblar, ya te lo dije, la próxima te doy vuelta la cara.
Cuenta diez pasos hacia su otra hija. Los borrachos lo miran fascinados. El gato se sienta a lamerse.
– Bueno. – dice mientras se posiciona detrás de Lelis, agarrándole la mano y preparándose para enseñarle como detonar.
– No.
Raúl hace un gesto de impaciencia.
– Mamita, lo vas a hacer.
– No le voy a disparar a mi hermana. Están enfermos. ¿No te das cuenta?
Sé oyen las risas de los demás. Ella mira los ojos rojos de su hermana y espera una respuesta tranquilizante de su padre o un golpe. Nelly grita. Sus reflejos la obligan a cubrirse la cara porque la segunda opción deja su marca. La sacudió de tal forma que se tambaleó hasta casi perder el equilibrio.
– Dispararle o te mato yo. Vos no me conoces. –  La patea.
Ambas piensan en donde estará su madre ahora, e intentan apartarse mientras recuerdan que ella nunca está, pero las sujetan.
– Dale, rápido, demostramos que no sos una cagona.
– Es fácil, solamente tenes que apuntar cerrando un ojo. El derecho. Agárrala con fuerza, dale nena. Girá la cabeza hacia la izquierda, así. Si todavía no te sentís segura.
– ¡Dale Lefler! ¡Te doy diez pesos, Raúl!
– Dale, hija…- La primera vez que se refería a ella como “hija". – …con eso vamos a comer mañana.
La niña, marcada por el horror, se da cuenta que está a la deriva y todo lo que sabe es que el corazón se le sale del pecho y casi no ve por las lágrimas.
“¡Que alguien la salve!” se burlan y siente el filo punzante y frío en su espalda. Es la navaja de Raúl. La mira a su hermana y ésta asiente. Es vida o muerte. Cierra un ojo. El olor a alcohol barato la hace aborrecer el momento en que nació y se le cruza por la cabeza, el retorcido pensamiento de que, si tan solo la bala llegase a lastimar a su hermana, se mataría tan rápido que su papá no podría llegar a quitarle la pistola.
  Desecha el miedo y coloca su dedo en el gatillo. El rostro de Nelly se blanquea. Se tambalea porque todo su interior tiembla mientras contiene la respiración. Irreparablemente se sigue moviendo y debido al peso, el brazo comienza a entumecerse. Tuerce un poco su rostro y le apunta a la manzana en la cabeza.
El arma detona. Se oye el sonido aterrador y traumático.
  Suelta la pistola, conmocionada, golpeándola contra la tierra y levantando la mirada rápidamente. Nelly cae al suelo al mismo tiempo que un trueno anuncia la tormenta. Reinando el silencio en el sitio, solo por un segundo, hasta que ven la manzana destrozada entre el pastizal. Los balbuceos y los gritos de festejo ebrio vuelven a surgir ya que la niña había caído solo del susto.

Lelis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora