El primer pensamiento de Chuuya al llegar fue que odiaría ese número por toda la eternidad.
Más aún porque no podía escapar.Koyo estaba a su lado y lo estaba fulminando con la mirada, casi empujándolo a entrar por las malas.
Él suspiro y volteó a verla con la sonrisa más forzada que podía hacer, solo para después tomar la manija de la puerta y girarla, ya sin dicha mueca. Algo muy falso.
Koyo permaneció en su lugar hasta que el pelirrojo entró sin hacer ruido aparente y cerró la puerta detrás de si mismo. Esperó hasta escuchar como los pasos de su hermana se alejaban lo suficiente como para no escucharlo suspirar.
Chuuya quería golpear la pared hasta romperla y salir de ahí. Pero en cambio se quedó estoico, mirando la puerta y con cada músculo de su cuerpo en tensión.
Parecía una especie de estatua antigua, como las que te reciben cuando vas a una iglesia.
Su rostro a pesar de tener expresión molesta, era majestuoso.Su barbilla se encontraba en alto como si retara a alguien a decirle algo, y al mismo tiempo resaltando su perfecta estructura.
Sus mechones pelirrojos perfilaron su rostro y brillaban con la luz del sol que entraba por la ventana a su espalda, la cual era firme y acompasaba con su delgada cintura...–¿Qué tanto haces?– inquirió una voz desde el fondo de la habitación.
Chuuya soltó un gritó ahogado y se dio vuelta de un salto, aterrizando con ambos puños en alto.
–Pfft- ¡te ves como un mocoso llorón!– la otra persona comenzó a reírse a carcajadas mientras señalaba a Chuuya desde su lugar.
–Uhg- ¡Cállate maldito! ¡Es tu culpa por salir de la nada!– replicó el pelirrojo.
–¡Jajajaja! ¡Mírate, pareces un gato erizado!– Dazai siguió riendo a carcajadas.
–¿¡Ah si!? ¡Pues tu pareces un gato callejero!–
–¡Ay~! ¡Tu expresión no tiene precio, Chuuya!– ahora se tomó las mejillas y sonrió suavemente para seguir burlandose.
–¡No me tutees! ¡Ni siquiera somos amigos, así que no te-!– se frenó en seco de nuevo.
Dazai estaba en camilla...
En la camilla...
¿¡QUÉ!?Obvio, por algo estaba en el hospital, pero la última vez que Chuuya visitó al castaño, este estaba como si nada, de pie caminando de un lado a otro para fastidiarlo —según él— y con una buena energía como para haber intentado suicidarse hace unos días.
Pero en cambio hoy ni siquiera había hecho el intento de moverse de ahí.¿Era algún intento para crearle curiosidad de acercarse y jugarle otra broma pesada?
No gracias, en ese caso preferiría no acercarse más. Sin embargo, quería satisfacer su intriga para intentar entender un poco como funcionaban los pensamientos de Dazai.–¿Por qué no te mueves?–
–¿Eh?– inclino su cabeza hasta que su oreja casi toca su hombro.
–No creo que aparte de ser un desperdicio de vendajes seas sordo, me escuchaste bien.– le respondo sin una pizca de tacto en su voz.
-Uy, pero que amargado. Por eso no tienes novia ¿Verdad?– se quejó, falsamente indignado.
–Solo responde.– sus palabras fueron contundentes.
–Ugh, ¿desde cuando te importa?– Dazai rodó los ojos.
–¡Ja! Si piensas que me importas vete quitando esa idea de la cabeza– puso las manos en sus bolsillos y se quedó aún frente la puerta– solo me dio curiosidad que no estés tan fastidio hoy.–
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𝐺𝑜𝑜𝑑𝑏𝑦𝑒, 𝑀𝑦 𝐷𝑎𝑛𝑖𝑠ℎ 𝑆𝑤𝑒𝑒𝑡ℎ𝑒𝑎𝑟𝑡
Science FictionChuuya, un joven pelirrojo de 15 años, detestaba el frío, y aun así, ahora tenía que exponerse a el para visitar a un desconocido en el hospital solo porque su hermana Koyo se lo pidió. Lo que no esperaba era que aquel desconocido tenía su misma eda...