𝑉𝐼

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Las mañanas pasan a ser menos frías cuando te encuentras con que el invierno ya se está despidiendo, así que un sábado por la mañana podías permitirte dejar los guantes y la bufanda en casa como lo hizo Chuuya.

Sus pies recorrían un sendero familiar mientras admiraba las nubes sobre si mismo sin prestar atención, solo dejando que la memoria muscular en sus piernas lo guiará sin más.

Ya unos días habían pasado y Chuuya mantenía su palabra con menos disgusto. Ahora hasta podría decir que Koyo tenía razón, Dazai podía ser agradable a veces.

El pelirrojo soltó un suspiro y observó la bolsa en su mano con una ceja en alto. Si bien sabía de que se trataba, le causaba curiosidad porque estaba haciendo esto por él.

"¿Desde cuando eres tan amable?"

Se preguntó a si mismo al tiempo que las comisuras de sus labios se curbaban.

Al llegar al hospital entró con pasos ligeros y camino hasta la oficina de su hermana, como de costumbre entró sin pedir permiso y deposito un beso en su mejilla para saludar. Ambos intercambiaron un par de palabras y luego Chuuya siguió su camino hasta la habitación del castaño.

–Buenos días, vagabundo. – saludó una vez dentro del cuarto.

–Buenos días, señor falta de intimidad. –el castaño levantó su vista y dejó su libro de lado.

–Creí que habíamos llegado a un acuerdo la última vez. –

–Siempre y cuando trajeras cangre... –

Sus palabras quedaron al aire cuando vio que Nakahara puso en alto la bolsa qué llevaba en mano.

–¡Cangrejo!– sus ojos brillaron con emoción.

Chuuya solo sonrió y se acercó a la camilla para sentarse a su lado y dejar la bolsa en sus piernas.

–Solo no digas nada, idiota. Si mi hermana escucha algo de esto me regañará.– le advirtió mirándolo con tranquilidad.

Aparentemente, toda la paranoia qué tenía por creer que en cualquier momento llegaría una nueva broma de mal gusto por parte del castaño había desaparecido ya, dando paso al disfrute del tiempo con él, aunque no lo dijera.

–¿Esto significa que puedo considerarme tu amigo~?–
–Obvio no.– se negó al tiempo que ocultaba su sonrisa de inmediato.

–Mhhh, finjamos que te haré caso alguna vez.– replicó juguetón mientras abría uno de los empaques que le había llevado el contrario.

–Idiota.– suspiró con una risita.

•  •  •

–Espera- Pero ¡AHHG! ¿¡EN QUÉ MOMENTO TE QUEDASTE CON TAN SOLO 2 CARTAS!?–

–Cuando te descuidaste. Estabas tan concentrado en obtener un comodín qué no notaste como mi baraja disminuia– se burló.

–¡Mentira! ¡Seguramente tienes las cartas escondidas entre las sabanas!–

–Aw~ intenta todo lo que quieras, Chuuya, no encontrarás ninguna carta oculta.– cantaba arrogante mientras al nombrado se le subía el coraje hasta la sien.

–¡Debes de tener alguna carta por aquí!–

Comenzando a remover las sabanas de un lado a otro, Chuuya se fue acercando sin molestarse en detenerse. Dazai solo lo miraba con burla, sabíando que había ganado justamente y que el pelirrojo no encontraría ninguna carta escondida.

Siguieron así, uno quejándose y el otro riéndose hasta que le doliera el estómago. Hasta que Chuuya se acercó demasiado, tomando al moreno de los hombros con firmeza.

Osamu se quedó estático en ese instante, cuando su mirada conectó con los ojos claros a centímetro de los suyos.

–Sé que hiciste trampa, vagabundo ¿Cómo lo hiciste, eh?–

Sus cuerpos estaban en contacto, si la mano de Dazai se levantava un poco estaría ya en la cintura de Nakahara.

El pelirrojo ni se inmutó y aparentemente prefería quedarse así para intimidar a Osamu antes que alejarse y dejarlo ganar una simple partida de UNO.

No hubo respuesta y los segundos se volvieron cada vez más pesados a su alrededor. Sus respiraciones —antes agitadas— lograron acompañarse en cada inhalación al tiempo que los zafiros miraban penetrantemente a lo pupila de Dazai, quien como único movimiento entre abrió sus labios.
Monosílabos temblorosos abandonaban sus cuerdas vocales con dificultad en algo apenas más fuerte que los susurros.

Su aliento le hacia cosquillas a Chuuya, quién seguía concentrado en hacerlo confesar su engaño en el juego previo.

Hasta que la atención del pelirrojo también se desvío a las largas pestañas del chico, sus ojos afilados y el color avellana en sus iris era embriagate de repente.

Era la situación ideal...
Sus rostros a centímetros, sus respiraciones rítmicas con la del otro, los labios temblorosos de Dazai e incluso la puerta cerrada...

Si tan solo no hubieran sido ellos dos.

–Creo... Yo...–

Su pecho se sentía pesado se un segundo a otro y debía cuidar mucho sus palabras.

–Creo que ya debo irme.– sentenció.

Me doy cringe 🙇

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⏰ Última actualización: Mar 13 ⏰

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𝐺𝑜𝑜𝑑𝑏𝑦𝑒, 𝑀𝑦 𝐷𝑎𝑛𝑖𝑠ℎ 𝑆𝑤𝑒𝑒𝑡ℎ𝑒𝑎𝑟𝑡 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora