Capítulo II

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Si antes fue un alboroto, con las nuevas noticias lo es aún más. Rápidamente todos se reunieron en la taberna, esta vez solo adultos, pero claro que Colin, Susan y yo no vamos a quedar afuera del alboroto. No con lo que se sabe.

—¿Quieres dejar de hacer ruido? —reprendo entre dientes a mi amigo.

El tonto se quiere acomodar entre nosotras y parece un sonajero.

—La idea es que no sepan que estamos aquí, Colin. —dice Susan.

—Lo siento, es que no veo.

—Tienes que escuchar, no ver. —lo regaño.

—¡Ya cállense lo dos! —sentencia la pelinegra.

Ambos nos miramos con complicidad ante el carácter de nuestra amiga y nos dispusimos a oír el debate apoyados en el techo de paja donde hicimos hoyo para situaciones como estas. Así nunca nos perdemos de las novedades.

—¡Tenemos que irnos ahora que podemos! —anuncia Sirius y un vacío carga mi pecho.

—No podemos hacer eso, Sirius, este es nuestro hogar. —acota una mujer.

—Lo sé, pero debemos priorizar nuestra seguridad.

El debate sobre huir o quedarnos continúa hasta que tocan el tema que me interesa.

—¿Y que hay de los soldados que se encontraron al otro lado del bosque?

—Ambos fueron derribados. —responde Torsten.

Comparto una mirada de preocupación con Susan.

—Logramos acabarlos, pero no sabemos si había más de ellos. Posiblemente no estaban solos y al ver que éramos un buen número huyeron. —argumenta Sirius.

Tiene razón en ello. Mucha razón, y de ser así corremos un gran peligro. Kratos nos ha buscado por años, siendo esta su oportunidad de destruirnos no va a dejarla ir así como si nada. El odio y resentimiento que se trae con nosotros es inimaginable. Somos de los pocos en el reino que jamás se inclinarían ante él, que lo niegan como rey. Jamás nos dejará en paz y no es el tipo de hombres que se caracteriza por piadoso.

—Junten todo lo que sea de valor, lo indispensable y por supuesto comida.

—No puede ser. —niego con la cabeza.

—En cuanto estén todos listos nos iremos. Tenemos que estar más unidos que nunca. —agrega Sirius.

—Por favor digan algo. —gruño esperando que alguien se niegue.

—Adira...

—No Susan, no pueden rendirse tan fácil. —retrocedo con cuidado hasta lograr deslizarme y poder bajar del techo.

—¿Y ahora a donde vas? —me sigue Colin.

—A hacer algo.

Ambos me alcanzan y se posicionan frente a mí obstruyendo mi paso.

—¿Qué piensas hacer? ¿Irte de nuevo pero con una flecha de ballesta en el pecho? —cuestiona Susan.

Si no tuviera esa larga cabellera oscura y una cintura tan pequeña diría que es Sirius y no mi mejor amiga.

—No voy a permitir que me quiten lo poco que podemos llamar nuestro. —acoto tratando de pasarlos por las buenas.

—Entiende que tu tío, el jefe ya tomó la decisión. No hay nada que hacer, es lo mejor. —admite Colin y lo miro ofendida.

—Veo que eres igual a él, te rindes fácilmente. Ya me sonaba extraño que me siguieras la corriente antes.

Finalmente me dejan pasar pero aun así me siguen el paso.

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