¡5! |Mi deseo|

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Respiraciones agitadas y suspiros eran lo único que se percibían entre esas cuatro paredes, los besos no paraban, volviéndose cada vez más apasionados.

Magnífico los había empujado al interior del cuarto, todavía unido a ______, no solo desde sus labios, aferraba las manos a su cintura y apretaba la carne de esa zona, como si necesitara asegurarse de que lo que pasaba no fuera solo un producto de su imaginación manifestado por su magia. Justo en uso de esa misma magia cerro la puerta con cerrojo, e inmediatamente la atrajo hacia él, sus pechos chocaron y el calor de sus cuerpos se filtro atreves de las prendas de ambos

Su libido crecía conforme las caricias aumentaban, movía las dedos por sus costados y rosaba constantemente la parte inferior de sus pechos, escucharla suspirar era una maravilla, le causaba un cosquilleo en todo el cuerpo, algo que solo lo animaba a seguir urgueteando en el físico de la mujer.

En algún momento de su éxtasis el hombre mordió ligeramente los labios de ella y al instante sintió unas manos a ambos lados de su rostro, una de estas se arrastro por su barba hasta su mentón, colocando el dedo pulgar sobre su labio inferior, ejerciendo una mínima fuerza y obligándolo a abrir la boca, se sorprendió al percibir la lengua ajena chocando contra la suya, aparentemente no le bastaba con un beso simple.

En respuesta, las manos del monarca descendieron a las caderas de la joven, arrimando su pelvis a la suya y frotándose con deseo, anhelaba sentir más contacto contra el cuerpo de su amante. Ante esto, ella enredo los brazos por el cuello de su rey, emitiendo ambos un jadeo de satisfacción, sintiendo como la excitación recorría sus extremidades y se tensaban los músculos.

Cuando se separaron de todos esos besos por falta de aire se miraron a los ojos, sus respiraciones aceleradas y la sensibilidad al cien, los roses en sus intimidades se volvieron agobiantes y la ropa comenzaba a estorbar de sobre manera.

— Yo ... — El mayor la callo colocado un dedo sobre sus labios, la tomo del mentón delicadamente y volvió a acercarse.

— Solo besame otra vez, no pienses en nada más — Dijo en un débil susurro.

Volvieron a atraparse mutuamente, las manos de la mujer encontraron el inicio de su camisa, y poco a poco la fue desabotonando hasta dejarla caer por sus hombros y espalda, admirando su piel blanquecina y perlada, con pequeños monticulos de bello que iniciaban en su pecho hasta desvanecerse en una fina línea debajo de sus pantalones.

Mientras, él por su parte se centraba en la tarea de complacerla, ayudándole a quitarse su fino vestido de camino a la cama, toqueteando aquí y allá, desde su abdomen y cintura hasta sus caderas y muslos, moviendo los labios con amor y fervor sobre los ajenos.

Sin previo aviso chocaron con la cama, y antes de que la muchacha cayera de espaldas el mayor la sostuvo firmemente. — Te tengo ... — Murmuro, descendiendo con calma a su cuello. — Y no te separaras de mi — 

Su aliento le choco en el cuello, provocándole escalofríos, luego sus labios le tocaron la piel, posándose can delicadeza sobre esta, tomándose su tiempo para besarla y acariciarla, llevando las manos a su parte superior, extendiéndose por debajo de sus pechos hasta ascender con lentitud, amansandolos por igual y cada tanto, presionando con el pulgar e incide sobre sus pezones, le satisfacía que ella solo pidiera por más, el como lo elogiaba reconociendo que lo que hacía estaba muy bien.

Solo lo incitaba a continuar, algo que hizo con gusto, bajando una de sus manos a la única prenda que separaba a la mujer de su completa desnudez. Se le resbalaron los dedos en su interior y un calorcito agradable le llegó de golpe, bajo sin pudor alguno hasta dar con lo que buscaba, ese pequeño punto de placer en forma de botón.

Querida asistente | Rey Magnífico |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora