ADVERTENCIA: Drama; situado después de la segunda temporada.
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Los limpiaparabrisas se movían perezosos en su inútil lucha contra las gotas de lluvia. Era ligera, nada raro para los estándares de Londres, pero aun así dificultaba ver con claridad la carretera.
Al menos estaba vacía. Esa hora de la noche, la época del año y el clima, no eran apropiados para que alguien estuviera conduciendo y menos con tanta prisa.
Como si quisiera escapar de algo.
—¿Serías tan amable de bajar la velocidad?
La voz suave le crispaba los nervios a Crowley. Como si aquella fuera la primera vez en que lo escuchaba, a pesar de que ya llevaban varias horas en la carretera, debajo de esa nube negra que parecía perpetuar la lluvia sin importar cuánto intentara alejarse.
—Al menos podrías responderme. Sé muy bien que puedes escucharme.
Claro que podía. ¿Por qué otra razón estaría tan ansioso?
—No voy a ir más despacio, si eso es lo que quieres, y tampoco voy a detenerme —replicó por fin.
Aquel ángel, en lugar de ofenderse por aquella actitud despectiva y grosera, sonrió. Crowley rodó los ojos por debajo de sus lentes, de modo que el otro no pudo darse cuenta, antes de subirle el volumen a la radio. Ni siquiera la conocida y querida voz de Freddie lograba calmar el nerviosismo del demonio, y a esas alturas dudaba que pudiera existir siquiera la posibilidad, porque en todo lo que pensaba era en la presencia a un lado suyo.
Encima, no dejaba de mirarlo, como si acaso tuviera algo muy interesante que pudiera mostrarle.
—¿Vas a decirme a dónde vamos? —le preguntó alegre aquel copiloto suyo.
—Ya te lo dije.
Empezaba a creer que simplemente le hacía preguntas porque quería escucharlo hablar. Para su sorpresa, hubo un silencio prolongado, mientras Mercury terminaba con "Somebody to love" e iniciaba "Love of my life", al menos hasta que Crowley apagó el radio. No necesitaba escuchar esa canción otra vez. Había pasado años intentando desaparecer el recuerdo amargo de su despedida, y justo cuando pensó que ya estaba un poco mejor, se encontraba con esto. Ciertamente no lo necesitaba, pensaba, pues tenía suficiente con sus propios problemas como para cargar con uno más.
Aunque, si lo meditaba, ése también era un problema "propio".
—¿Por qué quitaste la música? —se quejó el otro, curvando las cejas en una expresión de puro acongojo —Me estaba gustando mucho. ¿Cómo dices que se llama? ¿Tienes más?
Preguntas y más preguntas. Crowley dio un suspiro.
—Tú no escuchas música.
—Pero esa me gustó. Además, es normal que me guste, ¿no? Después de todo, tú también la escuchaste por primera vez en algún momento. ¿Cuál es tu favorita?
Crowley no respondió. Estaba demasiado ocupado, fingiendo que le ponía atención a los kilómetros de asfalto mojado que se mostraban delante de ellos, interminables y peligrosamente tediosos.
—Crowley, dime —insistió su molesto copiloto, luego de varios minutos.
—¿Qué? —gruñó.
—¿Qué fue lo que pasó?
El ceño de Crowley se frunció.
—¿De qué hablas? —quiso saber, aunque seguramente se arrepentiría.
—A ti. ¿Qué te pasó?
—¿Qué clase de pregunta estúpida es esa? ¿Qué carajos crees que me pasó? Pues caí, ¿no es obvio? Soy un demonio, idiota.
El filo de sus palabras no parecía surtir efecto.
—Sí, pero, eso no fue todo, ¿verdad? Es decir, ¿cómo fue que pasaste de esto —dijo, señalándose a sí mismo y luego al otro— a eso?
Y, por primera vez en todas esas horas que tenían juntos por la carretera, Crowley volteó a ver al ángel. Creador de galaxias y estrellas, encargado del diseño y elaboración de nebulosas, de darle nombres a las galaxias. Las pecas en su rostro eran claro símbolo de su trabajo sagrado. Como un artista que se ensucia de pintura, un par de partículas de polvo estelar se habían quedado en su cara, tomando la forma de esos bonitos puntos claros. Las suyas habían desaparecido con su caída. Eso, y los ojos claros del color de la miel, llenos de esperanza.
Ahí se acababan las similitudes, porque incluso el rojo de su cabello era más claro que el suyo, menos intenso.
Crowley había pensado decirle todo. Explicarle cómo fue que cayó y cómo fue que terminó con un aspecto tan deplorable en esos últimos años. Ese era su plan desde el principio, porque pensó que tal vez podría advertirle, y evitarse tanto pesar.
Quizá podría salvarlo, salvarse a sí mismo, y de ese modo podría detener todo el dolor que vino desde ése instante.
Incluso, pensó, podría evitarse la pena que trajo haberse enamorado de Azirafel.
Podría empezar de nuevo. Seguir siendo un ángel ingenuo, feliz en su ignorancia, y seguir con el trabajo que tanto le gustaba.
—¿Jamás te han dicho que haces demasiadas preguntas? —habló por fin.
El ángel ladeó la cabeza y luego negó.
Crowley dio un suspiro. Regresó la mirada al camino, copia exacta del resto que habían dejado atrás, solitario como debería serlo en esa hora de la noche. La lluvia seguía tan fuerte como lo había sido por largas horas.
El demonio chasqueó los dedos y el radio volvió a sonar. Esta vez, extrañamente, la música clásica de Tchaikovsky llenó el ambiente.
—Pues sigue haciéndolas.

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Inefable - Cortos
FanfictionColección de historias cortas de Good Omens. Todas y cada una son independientes, a menos que se indique lo contrario.