4. La ladrona de libros

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Capítulo 4

La ladrona de libros


Hermione había pensado en lo que Harry le había sugerido. Había pasado la última semana entera tratando de pensar en una motivación que fuera lo suficientemente buena como para lograr un cambio. En más de una ocasión había llegado a la conclusión de que no tenía nada que pudiera gustarle a Malfoy. Había considerado llamar a su tía, Andrómeda, pero finalmente se rindió con esa hipótesis. No había certeza de que Malfoy quisiera contacto con ella y no quería generarle estrés y angustia a la mujer vinculándola con alguien que estaba preso. Seguramente a la bruja no le haría nada bien ver el estado en que estaba su sobrino. Además, Draco Malfoy no podía recibir visitas, por lo que solo podía llegar a verla después. Quizá podría mencionarle a él para ver su reacción primero, pero sabía que no era suficiente. Podría decirle que lo llevaría a ver el túmulo de su madre, pero eso no sería argumento suficiente para convencer al Wizengamot de darle otra oportunidad y no parecía ser el combustible suficiente para que Malfoy realmente quisiera salir de Azkaban y pusiera de su parte para eso.

En los días que había estado pensando en el asunto también había llegado a la conclusión de que no era su tarea convencer a los presos de querer salir. Eso no estaba en su contrato y, francamente, debería importarle muy poco lo que él quisiera. Pero había seguido enfrente con el caso mismo sabiendo de eso. Rendirse no era con ella. Y ese caso definitivamente representa un desafío.

Por lo que, luego de mucho divagar sobre el asunto había llegado a una conclusión. Era por eso que estaba llegando tarde a la reunión con el acusado. Cuando Rufus le abrió la puerta y la saludó, Hermione se estaba sacando la capa por el exceso de calor de prácticamente haber corrido por el lugar. Solo eran cinco minutos, pero no quería perder el tiempo o transmitir una imagen no profesional.

Cuando la puerta se abrió ante ella, vio que Malfoy ya estaba sentado en su lugar. A su lado, el guardia estaba de brazos cruzados con una actitud arrogante y desafiante. Si pretende inculcar miedo a ella o a Draco, no lo estaba logrando. Ella seguramente no le tenía miedo, y Malfoy no parecía muy afectado con su presencia, tal como solía estar ante ella.

— Disculpa la demora, — la bruja comentó así que entró. Apoyó su capa en el respaldo de la silla y su bolso ya correctamente inspeccionado en el asiento. — Tuve unos asuntos que me retrasaron un poco — informó mismo cuando sabía que no tenía que hacerlo, pero se detuvo de golpe al ver el rostro hinchado de Malfoy.

Parecía como si se hubiera golpeado contra algo con tanta fuerza para que sobre su frente y cerca de su ojo se hubiera creado un chichón morado y rosado. Se concentró mirando eso que casi se pierde lo que el guardia comentó.

— Estábamos pensando que no venias, que te habías rendido con este — el guardia comentó en tono de broma, pero se podía ver que no lo era. Solo a él le pareció divertido. Draco no parecía prestarle atención y Hermione ciertamente no disfrutaba de esos comentarios.

— No me rindo con mis casos — devolvió en tono crispado. — Solo me atrase — comentó en tono más suave al recordar que tener una relación cordial con los guardias era siempre lo mejor. — ¿Puedes soltar sus esposas? — ella comentó al ver que las manos de Malfoy estaban juntas bajo la mesa.

— Me temo que no — la respuesta del guardia la descolocó y dejó de mirar la herida en la frente del rubio para mirar al hombre moreno que le devolvía la mirada con cierto grado de diversión. Parecía disfrutar todo eso. — Malfoy se metió en problemas esta semana y no podemos soltar las esposas por ahora. Es solo una medida preventiva en cuanto sus ánimos se calman. Para la próxima sesión ya debería ser posible.

Alguien que se importe [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora