Capitulo 2: La llegada al Sur

63 23 25
                                    

Adriano, intrigado por las palabras de Carelio sobre la futura guerra, le implora explicaciones a su primo. Ignorando sus súplicas, Carelio responde:
-"Concéntrate, joven primo. Al amanecer, los reclutas se dirigirán a custodiar el castillo de Jain, ubicado en la frontera con el reino de Tamir." Asegurando a Adriano y a su amigo Claudius, quien llegó pidiendo al joven príncipe que vaya con los demás reclutas a la ciudad vecina, que no se preocupen, dando por hecho la paz con el reino vecino y afirmando que un conflicto es imposible.

Además, aconseja a Adriano:
-"Sigue las peticiones de tu amigo y ve junto a él y a los demás reclutas a la ciudad de Ozur. Disfruten de la comida, la bebida y, por primera vez en su vida, encuentren compañía femenina para pasar la noche."

Antes de que Adriano pueda responder, con una sonrisa y de manera bromista, Carelio pregunta:
-"¿O acaso son como los adoradores del falso Dios que se reservan para el matrimonio?".

Sorprendido, Claudius es el primero en hablar, respondiendo al príncipe con tono de humor:
-"Mi príncipe, en la capital no sufro carencia de compañía femenina a pesar de mi corta edad."

Carelio ríe, respondiendo:
"Después de todo, son las costumbres capadocias."

-"Primo, desconocía eso de los cristianos; serán unos salvajes, pero no veo mal esa costumbre", responde Adriano, luego de las palabras del hijo del general Alexander.

Carelio, al notar la respuesta de primo, piensa para sí:
-"Quizá este niño sea un gran aliado en el futuro." Sonríendo internamente.
-"Bueno, pueden retirarse" serian sus últimas palabras

Antes de marcharse con los demas reclutas, Claudius le diria a Adriano:
-"Te llevarías bien con mi hermana amigo."

Adriano, intrigado pero sin querer detener a su amigo, opta por quedarse en el campamento militar. Siguiendo su amor por el dibujo, decide realizar una copia del mapa que marca el recorrido desde la capital hasta la frontera con Tamir, maravillándose por el gran camino que había recorrido, ya que era la primera vez que salía de la capital de Capadocia.

Al amanecer, Adriano, Claudius y los demás reclutas observan el hermoso amanecer que se cierne sobre estas calurosas tierras. La mayoría, proveniente de la capital y sus alrededores, se maravilla con esto, excepto los auxiliares sureños que están acostumbrados a este panorama diario. Después de comer en el campamento, son transportados por sus superiores: 350 soldados, entre reclutas y auxiliares, a la frontera con el belicoso reino de Tamir. El mando está a cargo del Capitán Taruq, hombre perteneciente a una casa importante del sureste e hijo de una noble capitalina. Siendo asi ciudadano imperial de pleno derecho. Los jóvenes soldados llegarían a su destino después de una marcha de una semana.

La frontera resulta extrañamente segura debido a la alianza matrimonial entre Augustos, hijo del emperador, y la princesa Lucilda, hija del rey de Tamir, Leoncio.

-"Serán 6 meses tranquilos, lo único malo son estas calurosas tierras", aseguraron los reclutas; la mitad de ellos siendo hijos menores de nobles que buscan destacar en el ejército y han sido enviados a esta zona debido a la seguridad que representa.

Así transcurrieron 4 meses, donde Adriano y Octavio se ganaron el afecto y respeto de los demás reclutas, a pesar de ser los más jóvenes. Claudius destacó entre los hijos de nobles, logrando una camaradería con Xandro de la casa Capelli, mostrando una personalidad extrovertida y algo altanera, bebiendo con ellos y tomando mujeres de pueblos cercanos, en especial Kraming, el mas cercano:
-"como todo imperial debe hacer". aseguraban Claudius y los demás jóvenes nobles

En contraste, Adriano ganaba el respeto de los hijos de campesinos y auxiliares sureños, la mayoría de estos últimos ya adultos, demostrando una humildad poco común en nobles y mucho menos en la familia imperial. Motivado por su amor al dibujo, compartía mapas detallados de la región, ganándose sin querer el respeto de los auxiliares al mostrar un genuino aprecio por sus tierras. Entre ellos estaba el veterano Arslan, quien resaltaba:
-"Nos respeta como pocos capitalinos lo hacen". Aunque no los acompañaba bebiendo en el pueblo vecino de Kraming, lo compensaba enseñando a leer y escribir a los sureños y capitalinos de baja cuna. Así ganando la lealtad de los hijos de campesinos, entre los que destacaba Julius, compartía historias y leyendas de dioses durante las noches, dormía en sus barracones y entrenaba junto a ellos bajo el ardiente sol mientras se bronceaba. A pesar de poder realizar estas actividades con los demás nobles y recibir trato especial, todo esto ayudaba a que, a pesar de su origen, Adriano se integrara plenamente, y sus nuevos leales afirmaran:
-"Es uno más de nosotros".

Mientras tanto, la amistad y camaradería entre Adriano y Claudius perduraban a pesar de las diferencias, y ambos se adaptaron a la vida militar. A su vez Claudius, con mayor confianza, empezaría a expresar a su amigo:
-"Me gustaría que conocieras a mi hermana; es unos años mayor, pero tendrían un feliz matrimonio, piensan igual". Adriano sabía que su amigo tiene buenas intenciones; sin embargo, no conocía a su hermana y no sabía si seguía el estilo de vida de Claudius.

Un abrasador calor durante el día, respetable frío por las noches y el exigente entrenamiento impuesto por el capitán Taruq, que incluía sin razón aparente la construcción de una gran zanja de 15 metros de largo y 5 de profundidad, a ser llenada con agua y poseyendo grandes cantidades de aceite en los almacenes del castillo, siendo consciente de que un conflicto armado era improbable, esto hacía más pesado el entrenamiento. Muy a pesar de lo ya mencionado y de las clásicas riñas entre capitalinos y los auxiliares sureños, las cuales eran resueltas por el capitán Taruq, la vida en el castillo de Jain era amena. Existía un gran ambiente entre camaradas, aunque no alcanzara la opulencia de un lujoso palacio, se podía considerar cómoda.

Lamentablemente, esta tranquila introducción a la vida militar cambiaría de golpe con un escandaloso suceso: el príncipe Augustus había deshonrado la dignidad de la princesa Lucilda, reduciéndola a ser una simple concubina. Tratando a los hijos con ella como si fueran fruto de un concubinato común. Este acto fue manipulado por tres de sus esposas secundarias que envidiaban la posición de Lucilda. Esta situación no habría despertado tanto interés en Adriano de no ser porque Lucilda era la hija del rey de Tamir, un reino belicoso que, en caso de atacar al imperio en venganza, tendría que pasar por el castillo de Jain.

El temor, tanto de reclutas como de auxiliares, se haría realidad cuando, al amanecer luego de tres días, Germánico, yerno del rey Leoncio con reputación de ser un despiadado general que no toma prisioneros, se encontraba junto a su ejército levantando un asedio. La situación ocurría paralelamente mientras el capitán Taruq organizaba una defensa que tenía bien planeada desde el primer día, a pesar de ser un ataque qué parecía imposible, por otra parte, Adriano y Claudius, se prometían por el Dios Hasgarot:
-"Sobreviviremos juntos o caeremos juntos".

¿Acaso Hasgarot, dios del fuego y de la guerra, se pondrá del lado de los asediados en el castillo de Jain?.
O ¿Apoyara al comandante que busca honrarla, arrasando el sur de Capadocia en venganza de la princesa Lucilda?

Sombras Del Imperio CapadocioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora