(Capítulo 3).

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No tengo idea de cuanto tiempo llevo encerrado en mi habitación investigando sobre ella pero me urge salir, así que me alisto para luego dirigirme a la cafetería dónde cuando Tito me ve suspira con alivio.

¡Por fin llegas! Te daba por muerto.

—Yo también te extrañe viejo cascarrabias, lo de siempre – Digo sentándome en mi habitual mesa-

Y... ¿Cómo te fue con la chica? -Preguntó Tito mientras dejaba frente a mi una taza de café oscuro y sin azúcar tal como me gustaba-

Todavía nada, es como si no existiera, no hay redes sociales, ni Instagram, Facebook, ni Twitter, absolutamente nada, sólo me queda la esperanza de sentarme aquí y esperar a verla pasar.

Hablando de eso, la vi salir de la biblioteca de la esquina el otro día por la tarde, quizás puedas buscarla allí...

Tito eres un genio -Pensé mientras sonreía y asentía, por fin tenía una pista de donde hallar a mi ángel.

Gracias Tito que haría sin ti -Él deja dos golpes en mi hombro derecho, en señal de despedida para luego dejarme con mis pensamientos y el café recién molido por el agradable olor que emanaba aquel amargo néctar de los dioses.

Al día siguiente por la tarde me dirigí a la biblioteca que Tito me había dicho el día anterior, al entrar husmee entre los estantes algunos libros, sí, leer también era uno de mis pasatiempos, luego de ser atractivo claro está, cogí un libro de misterio que me llamo la atención por su portada y me dirijo hacia la caja registradora.

Son $40,00 -Dijo sin muchas ganas el cajero, pagué por el libro y antes de llegar a la puerta me voltee y lo observé-

Sabes, el otro día una muchacha vino por aquí – comencé a describírsela- ¿Por casualidad no sabes su nombre?

Él sujeto me observo de manera extraña y por momentos dudé que emitiera una respuesta pero mis dudas cesaron.

Ah, sí, su nombre es Isabell, viene cada tanto a la sección de romance -Dijo sin darle mucha importancia, no tanta como le dí, sonreí victorioso y salí de la biblioteca-

Con que mi ángel ya tiene nombre...Manos a la obra.

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