(Capítulo 7).

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La semana pasada repetí mi ritual de dejarle a mi amada su dosis de cartas aclamadoras de mi devoción, de cierto modo me excita el pensar en ser descubierto aunque tomo todos las medidas posibles para ser un fantasma que la observa desde la sombras. Al llegar a casa no dejo de verla mejor dicho imaginarla en cada espacio de mi departamento, recostada leyendo en el sofá de la sala, alistándose en el baño o incluso durmiendo junto a mi en aquella cama tan pequeña, me tiene loco de amor y deseo, se que mi plan poco a poco se esta llevando a cabo, (debo ser paciente) -Pienso mientras observo el collage de fotos suyas sustraídas de Instagram, las mejores son las que son tomadas de manera rápida y distraída, su sonrisa luce tan hermosa-.

En un par de semanas comenzarán las vacaciones de invierno, tengo una cabaña muy espaciosa en las montañas, herencia de mis difuntos padres, que en paz descansen, sería perfecto para estar los dos, nada más romántico, donde ambos podamos dejar salir estos deseos que tenemos tan suprimidos, el uno por el otro.

«Hola guapa, pronto va a comenzar a nevar, tengo una cabaña en las montañas ¿Nos tomamos unas vacaciones de la ciudad?»

Envío el mensaje antes de arrepentirme y me recuesto en la cama con mi teléfono a un lado esperando ansiosamente su respuesta.

Su respuesta tardó un par de horas en llegar, pero me sentí emocionado al oír el tono de notificación que elegí especialmente para mi bello ángel, desbloquee velozmente mi teléfono para sonreír orgulloso, todo va de acuerdo al plan.

Mi bello ángel: «Hola claro, me urge un descanso ¿Cuándo nos vamos?»

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