(Capítulo 5).

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Llevamos unas semanas hablando por Instagram, mi bello ángel está ocupada con su trabajo y no hemos podido vernos, quien lo diría, nos hicimos muy cercanos, tanto que nos compartimos fotos diariamente de lo que estamos haciendo en el momento, como por ejemplo hoy: Me envió una foto de unas galletas recién horneadas sobre un plato de cerámica de color índigo, todo esto sobre la alacena que al parecer es de mármol blanco, elegante.

No puedo negar que la extraño, ese perfume de rosas con toques suaves de vainilla que hace que se me erice por completo la piel, sus ojos, color miel, dios mío, jamás visualice unos ojos tan bellos, sus facciones son refinadas y su piel, esa piel de porcelana, que temo romper si mis dedos llegasen a tocarla. Pero a la vez no dejo de imaginar eso, el tacto, más que solo para un simple saludo acompañado de un beso en la mejilla, tan carente para mi gusto, deseo tocar su piel con la suavidad que se merece ser tocada, la admiro, tan inalcanzable por el momento pero nada dice que en un futuro tal vez. Ansió mi dulce ángel de cabello castaño, que seas enteramente mía.

Son las 11:15 PM, no puedo evitar caminar hacia su casa, la dirección está grabada en mi memoria, sólo quiero verla, aunque sea unos escasos segundos, muero por ver a mi amada, aquella bella mujer que me quita el sueño y no tiene idea de los estragos que causa su mera presencia en mi. Allí esta, la observo desde la acera de enfrente la cual me deja la perfecta visión de su habitación, paredes color blanco, tan puro como ella, se está alistando para irse a dormir, un pijama color púrpura adorna su esbelto y delicado cuerpo. Se tumba sobre la cama y abre su computadora, teclea por unos segundos a una velocidad admirable antes de recostarse y mirar lo que considero alguna serie o película, una voz externa me quita de mis pensamientos que por momentos comienzan a volverse deseosos.

—¿Necesita algo joven? -Diría la voz cálida de una anciana desde la puerta de su edificio, carajo, me volteo regalándole la sonrisa mas tierna intentando no parecer un loco, porque no lo estoy, solamente estoy enamorado-.

—­No gracias, venía a visitar a una amiga, vive en frente pero no me percaté de lo tarde que era, mejor regreso en otro momento, muchas gracias -Diría para comenzar a caminar a paso tranquilo rumbo a casa-.

Maldita anciana, perturbo mi momento de felicidad. Pero al menos pude verla unos minutos, debo idear un plan, no deseo verla de a ratos, deseo desde lo más profundo de mi alma, verla cada bendito día, cada instante, tenerla conmigo, para siempre.

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