A BEAUTIFUL LIE, tom kaulitz.

38 | Party time

Tom.

Se detuvo frente a un enorme rascacielos, pasé por delante de él para no llamar la atención y aparqué al otro lado de la carretera.

Ahora probablemente tendré que esperar.

(...)

Habían pasado dos horas y ya no podía quedarme sentado. Exhalé molesto y salí de mi auto.

Entré al edificio y llegué a una especie de vestíbulo. Una señora mayor estaba sentada detrás del mostrador de recepción. Ella me miró expectante, no estaba cien por ciento seguro pero valía la pena intentarlo.

—Me gustaría ver al señor Kaulitz —dije amablemente y ella me miró inquisitivamente.

—¿Cómo te llamas?

Mis ojos se abrieron brevemente.

—Uhm- Alex... Cameron.

Ella me dio una última mirada escrutadora antes de mirar su computadora.

—Lo siento, pero el señor Kaulitz no puede recibir visitas, tendrá que ponerse en contacto con él usted mismo.

¡Lo sabía!

—Bien. Que tengas un buen día.

Ya podía sentir la ira invadiendome. Me di la vuelta y caminé de regreso a mi auto.

—¡Ese maldito hijo de puta! —golpeé el volante. Mis ojos estaban fijos en la puerta de cristal, esperando que Gustav, el traidor, finalmente saliera.

Me calmé un poco. No debo actuar por emoción ahora. Pasaron unos minutos más cuando Gustav finalmente salió por esa maldita puerta. Lo vi entrar a su auto y desaparecer frenéticamente.

Decidí no ir a la carrera hoy.

—Esperaré a que salgan Bill o Taylor —murmuré para mis adentros. No pueden quedarse ahí para siempre.

Taylor.

Frente a mí había un vestido corto y ajustado de vinilo rojo con tirantes finos y un vestido negro un poco más largo con mangas largas.

Mis ojos vagaron de un lado a otro.

—El negro con... —dijo Bill detrás de mí y buscó en mi zapatero—. Con estos —sostenía unos tacones negros muy altos con suela roja delante de mi nariz.

—Buena elección —dije con una leve sonrisa en mis labios.

Lo miré y noté su maquillaje en los ojos.

Tenía kohl oscuro alrededor de sus ojos, como siempre, pero con brillo azul.

—¡Dios mío! ¡Me encanta tu maquillaje de ojos!

Me dio una sonrisa.

—Gracias amor.

Todavía podía decir que estaba triste, pero como obviamente quería distraerse, lo dejé. Aunque sigo pensando que es demasiado peligroso ir de fiesta.

Me miré al espejo por última vez. Estaba satisfecha con la forma en que miró.

—¿Ya nos podemos ir? —Bill llamó desde la puerta principal.