08 - El baile

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-¿Desde cuándo te gustan los bailes?- Preguntó Lis confundida.

-No me gustan, es por el caso- Aclaró Enola -El baile de la fosforera. El hijo mayor de los Lyon va abrir el primer baile- Explicó -Por cierto ¿ese es el abrigo de mi hermano?

Lis no se acordaba de que todavía lo llevaba puesto -Si, ese es- Sintió el calor subir por sus mejillas y al ver la cara de confusión de su amiga volvió rápidamente al tema inicial -Bueno... Y... ¿quieres ir al baile para hablar con el señor Lyon? ¿Qué tiene que ver él en el caso?

-Si- Respondió, y luego se dio cuenta de que todavía no le había contado lo que había descubierto -La fecha que encontramos en la habitación de Sarah: "12 de marzo", no era una fecha "Doce de Marchmont Square"- Dijo mostrándole el periódico donde ponía lo del baile patrocinado por los Lyon -Ese tal "Amapola", creo que es William Lyon

(...)

Las dos jóvenes ya se dirigían al baile. La menor de las chicas llevaba un vestido verde agua que se ajustaba perfectamente al cuerpo de la chica, decorado con una flor rosada. En el pelo, se había hecho un recogido rápido pero elegante. Un poco desastroso pero pasable según el punto de vista de su amiga, quién ya había asistido a varios bailes a lo largo de su vida.
Y esta, traía puesto un vestido beige largo que dejaba apreciar la preciosa silueta de la dama. Tenía pequeños detalles y alguna flor. Acompañado con un collar de perlas y unos pendientes a juego. Y en el pelo un recogido elegante.

Al entrar al lugar Enola estaba bastante sorprendida, pues nunca había asistido a un baile.

En cambio Lis, no estaba nada sorprendida pero se veía un poco nerviosa. Ella ya había estado en muchos bailes, ya debería estar acostumbrada, pero ahora llevaba más de un año sin asistir a uno.
Estar ahí con ese ambiente le nublo la mente de recuerdos. A la pequeña Elizabeth le encantaba bailar pero con el paso del tiempo empezó a odiar el baile. Al principio no le importaba ir a tantos bailes, se lo pasaba bien de hecho, pero eso acabó cambiando. Cada baile al que asistía, la mayoría de las veces, era por obligación de su padre, y siempre pasaba lo mismo, él bebía de más y acababa discutiendo con la madre de Lis o su hermana mayor. Y cuando la madre de Elizabeth murió y su hermana Allyssa se mudó a otra ciudad, Lis era la que tenía que aguantar las quejas, gritos y maltratos de su padre.

Rápido logró escapar de esos pensamientos cuando su amiga habló -¿No se te hace raro?

-¿El qué?- Preguntó confusa percatándose de que llevaba un buen rato sin prestar atención a la realidad.

-Que las cerillas antes eran rojas, y ahora son blancas

-Ah, si, supongo

-¿Estás bien?

-Si, no te preocupes

-Vale... Bueno voy a hablar con el señor Lyon. A ver que tiene para contar...

-No creas que es tan fácil. No te van a dejar hablar con él sin un acompañante- Explicó Lis.

-¿Qué? ¿Por qué?- Exclamó Enola -Pero si ellos están hablando- Dijo señalando a la gente del centro de la sala.

-Están bailando- Corrigió.

-¿Por qué no lo has dicho antes?

-Suponía que ya tenías un plan para eso

La menor hizo una mueca de enfado y se fue.

Y Elizabeth volvió a poner la atención en toda aquella gente que bailaba. Las damas con sus vestidos elegantes y los caballeros con sus trajes aburridos.

Se estuvo paseando por el lugar, estuvo comiendo y escuchando los cuchicheos de otras mujeres. No sabía cuanto tiempo había pasado cuando vio a su amiga en medio de la sala bailando con William Lyon. La verdad es que se sorprendió bastante al ver que no se le daba tan mal bailar.
Ella ya se aburría y ese ambiente la estaba agobiando así que se fue a tomar el aire fuera. Se sentó en un banco y se dejó llevar por sus pensamientos. Esta vez su mente la llevó hasta Sherlock. Aquel hombre de pelo rizado y ojos azules que la tenía atrapada. Aquel hombre que podía ser un caballero amable y respetuoso o un hombre orgulloso y egocéntrico. Su manera de ver el mundo era distinta a los demás y su manera de hacer las cosas también. Eso era algo que le gustaba a Lis de él.

Otra vez sus pensamientos se vieron interrumpidos por unos policías que se llevaban a una mujer esposada. La cara de Elizabeth cambió completamente al ver que esa mujer era Enola
-Oh, no

(...)

Después de correr unos cuantos minutos, Lis se vio obligada a parar unos segundos para coger un poco de aire. Se dirigía a Baker Street, para avisar al hermano de Enola sobre su arresto.

Le faltaban un par de calles por cruzar y ni siquiera presentó atención a si había algún peligro por ahí. Lo único que le importaba ahora era llegar al apartamento del detective y poder sacar a su amiga del infierno al que la estaban llevando.

Al fin llegó al 221 y un escalofrío de nervios recorrió su cuerpo al subir las escaleras. Llamó a la puerta todavía con la respiración acelerada de correr y los pies ardiendo a causa los tacones.

-Elizabeth- Habló Sherlock confundido -¿Qué...- Su mirada se desvió hasta el escote que dejaba ver el vestido beige de la chica.

-Han detenido a Enola- Respondió sin dejar que Holmes terminara la frase.

Él subió la cabeza de inmediato con cara de sorpresa y preocupación.

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acabado: 04/02/24
publicado: 05/02/24

933 palabras

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Eyes don't know how to keep secrets - Sherlock Holmes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora