Capítulo 5:

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Dedicado a todas y cada una de mis lectoras. Las amo con todo mi corazón.
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Cuando finalicé mis labores en el trabajo, me pasé por la casa de Robert, le pedí que recogiera los papeles del pre-contrato para el viernes y que los guardara bajo llave hasta ese día. Conduje mi Audi entre las calles de la ciudad de Seattle hasta llegar a mi apartamento, donde me esperaba un traje recién llegado de la tintorería. Me cambié el traje azul marino de trabajo por el traje de satín negro que estaba colgado en mi ropero. Acomodé una camisa blanca dentro con detalles negros a lo largo del cuello y con mucho cuidado rocié un poco de loción en mi torso, pecho y ropa. Me miré al espejo y me guiñé un ojo felicitándome por el trabajo que había hecho con mi pelo. Cogí el saco negro y lo colgué en mi hombro para salir disparado al encuentro de mi auto. Volví a conducir un buen rato hasta llegar a la florería donde había encargado 48 rosas para Melissa y una artificial con la nota entre los pétalos que decía: "Esta es para siempre". Entre el florista y yo nos encargamos de meter cuidadosamente el enorme ramo de rosas al auto para después manejar con precaución a la joyería.

Bajé del auto y me metí en la lujosa joyería para encontrarme con la mujer de edad avanzada que me había vendido el costoso pero hermoso anillo que sería de mi futura esposa.

– Hola, buenas noches, vengo a recoger una sortija. – avisé con amabilidad.

– Buena noche, joven. ¿Tiene su recibo? – preguntó la mujer mientras se acomodaba los lentes correctamente.

– Sí... – rebusqué entre mis bolsillos el recibo que me habían dado el día que había adquirido la sortija, pero no la encontré en ningún lado. – ¿Puede esperarme un momento? Iré a mi auto a buscarlo.

– Sí, por supuesto, mientras sea antes de las ocho, todo mirará bien. – dijo la señora.

Revisé cada compartimento del auto pero no encontré absolutamente nada.

– Joder, joder, joder. – susurré a regañadientes. Apreté mi mandíbula intentando no estallar. – Mierda, ¿ahora qué? – revisé mi reloj y vi que las manecillas marcaban las 7:23. Quise gritar con fuerza, pero respiré profundamente y busqué una solución. George.

Inmediatamente saqué mi celular y marqué el número de George.

– ¿Diga? – contestó la voz ronca de George.

– George, necesito que me hagas un favor. Es de vida o muerte. – empecé a hablar. – Necesito que tomes el Rolls-Royce y busques entre las cosas de la casa un recibo de una joyería. Tienes que traerlo antes de las ocho, si es necesario tendrás que traer a Obama directamente para que no cierren la joyería.

– Señor, ¿está diciéndome que tome el Rolls-Royce? – preguntó asombrado.

– Me has escuchado bien, ahora, chico, eres mi única esperanza, corre, joder.

Colgué y llamé a Robert después.

– ¿Qué pasa, Justin?

– Necesito que recojas a Melissa y la lleves al Bellini. – le pedí desesperado.

– ¿Cómo?

– Quedamos esta noche, pero tengo un imprevisto. – me rasqué la nuca y froté mi rostro con la mano libre.

– ¿Tengo que recogerla en tu casa? – me preguntó.

– Supongo que en el apartamento, dijo que iba a pasar por un vestido allí.

– Vale, ahora voy por ella.

– Gracias, Robert. Te debo mil.

Colgué el teléfono con Robert para después llamar a Melissa.

Sex Instructor. Segunda Temporada (ORIGINAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora