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Ese olor... me hace recordar a... Rocko, mi labrador... ah, ahí está... ese muchacho, lo extrañe mucho sobre todo después de que... murió. Esto ha de ser un sueño. Pero... ¿Por qué su pelaje se siente real? El olor de el... ¿Qué mierda vibra en mi pierna? ¿Por qué? me duele la... me... me estoy agitando... era... era... ¡era un perro el que me estaba mordiendo!

Abrí mis ojos de golpe y para colmo me levanté agitado. Esa... esa bestia estaba acostada a mi lado ¿Por qué tenia mi cara mojada? ¿me había estado lamiendo? ¿¡lamiendo después de morderme la mano!?

¡Mi mano! la mire aterrado de cómo podría llegar a estar, casi hasta temblando el levante y constate que no me ocurrió nada ¿Qué...

Mi alfajor. Al mirar al perro, este tenía su lengua afuera con una cara realmente... tonta – me... tacleaste para robarme mi comida pulgoso - ¿estaba enfadado? Si.

Saque mi teléfono contestándole a Yahika – Hola... si, si, lo se... no me grites – suspire sentándome en ese sillón. Me dolía mucho la cabeza – me ataco un perro... no, no me lastimo. Pero creo que me desmaye... ¿¡como va a ser un Pekinés!? ¡esta bestia es gigante! – Yahika se carcajeaba del otro lado – si, voy... voy a intentar volver rápido a casa.

Colgué aquella llamada mirando al perro que, aun me observaba con su lengua afuera - no me quisiste morder... ¿verdad? – estire mi mano hacia su barbilla baja y este me dejo acariciarlo – no... pero el susto no me lo quita nadie – mire hacia mi alrededor notando que no había nadie allí. Me resulto incomodo estar en una sala absolutamente solo. Volví mi mirada al teléfono notando que eran las siete y veinte de la mañana, y yo ni el uniforme tenía – Mamá me mata – volví a llamar a Yahika que me contesto enseguida - ¡por favor, me tienes que traer mi mochila y mi uniforme! – esta se carcajeo divertida ante mi pedido - ¿¡como que si me acorde de que tengo escuela!? ¡Yahika me ataco un perro y voy tarde! – mi hermana entre risas me confirmo que ya saldría con el auto por lo que, ya mas calmado le hable – te lo agradezco, te amo mucho.

Al colgar suspire llevando mis manos a mi cara para luego soltar un chillido digno de un jovencito como yo – Lo siento mucho – esa voz me hizo girarme al instante. La había reconocido casi al segundo... ¿dije que creía que Dios me odiaba? ¡Dios me odia y para peor, el diablo también! Estoy seguro que, cuando muera, me tendré que quedar vagando por la tierra por que ninguno de los dos me querrá recibir.

Hinata estaba parada en el lumbral de una de las puertas de aquel lugar. No tuve palabras, no salió nada de mi garganta en ese momento.

Ese rubor en su rostro... obvio que era vergüenza por lo del perro y quizás... hasta temor por mi reacción.

- te... bueno, no despertabas así que, te subí al lomo de Oso y te traje a mi casa – yo trague levemente – vivo enfrente al parque – ella junto sus manos jugando con sus dedos... es... muy tierna. No me dirigía la mirada y... ¿Qué carajos le pasaba a ese tipo? Ella es demasiado linda como para serle infiel.

- Ya, me alegra que mi mano este a salvo – ella levanto su rostro hacia mi – además... bueno, va a ser una anécdota divertida - me observe una vez mas la mano y recordé el olor – oh... no le pedí que me traiga perfume – me mordí el labio y la observe - ¿puedo usar tu baño? Me quiero lavar la cara... tengo olor a Oso por todas partes – ella se sonrió tímidamente y asintiendo me mostro donde estaba ese baño.

Al caminar detrás de ella se me hizo inevitable ver la fotografía donde ese tipo estaba a un lado de Hinata y otra chica de cabello castaño. Supongo que esa pequeña es la hermana menor de Hinata o algo por le estilo. La verdad, poco me interesa y si hay algo que paso a interesarme justo ahora era Hinata. No... me había fijado en su cuerpo para ser sinceros y ahora que caminaba detrás de ella... Oso, vuelve a taclearme por que me puede dar algo.

La Reina del Ártico (NaruHina Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora