Capítulo 8

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La primavera ya había llegado y todo el palacio volvía a estar lleno de color y aromas dulces gracias a las flores y arboles del lugar. 

Jiang Cheng nunca había visto algo tan hermoso como todo el lugar en primavera, por lo que siempre que podía salía, ya fuera solo, acompañado por alguno de sus amigos, que hasta el momento eran solo dos, con su hija o incluso acompañado por el emperador, no había tarde que no diera un paseo por los jardines del lugar.

También había notado como su propio patio en ciertos sectores se llenaba de pequeñas flores blancas y por fin entendió porque el nombre del lugar estaba relacionado con la nieve, ya que viéndolo desde lejos parecía como si ese lugar estuviera cubierto de nieve en plena primavera.

—Baba, quiero ir a jugar con a-Yuan —dijo aburrida Xiyin mientras el mencionado leía tranquilo en su patio.

—Entonces ve Xiyin, no te estoy obligando a que te quedes aquí —respondió con tranquilidad mientras miraba de reojo a la niña.

La niña se le acercó y tiró de su manga. Jiang Cheng giró su cabeza y la miró con curiosidad de que sería lo próximo que diría, como toda niña de seis años era impredecible con lo saldría de su boca ahora.

—¿Me acompañas? —preguntó haciendo una expresión que ablandaba el corazón de Jiang Cheng en solo un segundo.

Pero no podía dejar ver cómo esa expresión lo convivencia de inmediato ya que sabiendo lo inteligente que era Xiyin ella seguramente lo usaría a futuro para conseguir cualquier cosa que quisiera y Jiang Cheng ya sabía que era la consentida de Xichen y que él casi nunca le decía que no a lo que le pedía, así que entendía que él mismo debía poner un poco más de límites a pesar de que fuera una niña tranquila.

Si le tocaba criarla de ahora en adelante, haría todo lo posible para que no se convirtiera en una niña caprichosa. A pesar de que era la hija del emperador debía tener límites.

No quería que Xiyin fuera igual de caprichosa que Rusong, el otro hijo de Xichen, quien con solo tres años se creía que el mundo era suyo y todo lo que quisiera debía ser de él. No era su culpa claro, Jiang Cheng había visto al consorte Meng algunas veces y siempre que estuviera el emperador cerca buscaba llamar su atención como fuera posible, y una vez la obtenía sentía como si hubiera ganado un gran premio.

A Jiang Cheng no le importaba, jamás pelearía por la atención de alguien, aún conservaba un poco de dignidad. Por lo que cada vez que Meng Yao venía a pelear con él, simplemente se daba la vuelta y lo dejaba hablándole a la nada.

—Baba... Acompáñame. Por favor —dijo volviendo a tirar suavemente de la manga del Jiang.

—Está bien, espera que voy a dejar esto adentro —dijo con una sonrisa sutil.

Xiyin lo siguió hasta adentro mientras dejaba el libro en la pequeña biblioteca que había comenzado a crear en su residencia, que eran unos diez libros que había comprado en las veces que salía del palacio.

Una vez las manos de Jiang Cheng estuvieron libres, Xiyin agarró su mano y tiró de él hacia afuera.

El Jiang nunca había estado cerca de los lugares donde vivían los miembros de la familia imperial, pero siguió a su hija hasta llegar a la residencia del segundo príncipe. Ahí afuera había un niño jugando con una espada de madera mientras un hombre que Jiang Cheng supuso que tenían más o menos la misma edad lo vigilaba.

Al oír el ruido de afuera, el joven miró hacia la puerta y sonrió, cosa que hizo que Jiang Cheng tuviera que esforzarse por no mostrar su verdadera reacción.

—Xiyin, a-Yuan ya estaba por ir a buscarte —dijo con una sonrisa el mayor mientras se acercaba—. Vengan, entren. Wanyin ¿quieres té?

Ver a su hermano de nuevo lo había dejado en shock durante unos segundos, ya suponía que era él, pero no había podido, o más bien querido confirmarlo antes, así que luego de esos segundos de sorpresa quiso abrazarlo, pero al no ser algo correcto en la época simplemente hizo una pequeña reverencia y tocó el hombro de su hija para despedirse.

Segundo amanecer - XichengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora