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Dos hombres adultos, ambos sin ganas de ceder ante la idea del otro y dispuestos a hacerse entrar en razón de nuevo a golpes si fuese necesario.
Por suerte, Adelinde volvió a interrumpir en escena.

— ¿Van a volver a pelear de nuevo? ¿No saben solucionar los problemas como dos personas maduras? — la paciencia de la sirvienta parecía haber llegado a su límite, pues su expresión era una clara de molestia. —

Los dos quedaron en silencio, evitando la mirada de la mujer, teniendo ambos la cabeza gacha mirando al suelo avergonzadamente.

Venir aquí los dos, sentaos. — ordenó mientras tomaba asiento en el sofá, y daba palmaditas suaves en este indicando a los otros que se sentasen.—

Adelinde, en serio creo que no deberías de metert-

— Silencio. —ordenó la mujer como si ella fuera la dueña de la gran Mansión, pese a su gran atrevimiento, el pelirrojo calló al momento.—

La señorita parecía realmente disgustada con ambos, no entendía como era posible que ya el primer día que el moreno pasaba oficialmente en la mansión ya se estaban peleando.

—  Joven Kaeya, siendo sincera creo que el Maestro Diluc está en lo cierto, usted no está en condiciones para ir, ni solo ni acompañado. —la mujer tomó las manos del moreno,acariciando el torso estas con sus dedos pulgares. —Debe entender que el Señor Diluc solo busca su seguridad ante todo...Por otro lado..— dirigió su mirada rápidamente al pelirrojo. — Usted, Maestro, debería de intentar ser más comprensivo y aceptar que el Joven Alberich tiene miedo de perderlo, al igual que usted a él.

Las palabras ajenas hacían a los señores entrar en razón, esa mujer sabía como llevar la situación, se notaba que los había cuidado desde jóvenes, y pese a la separación de ambos durante un tiempo, seguía controlándolos correctamente.

— Por mala suerte, es necesario al Maestro para dirigir la búsqueda de la pequeña. Cuanto más tiempo estemos discutiendo la joven klee estará en peores condiciones. Si ustedes no son capaces de tomar una decisión, lo haré yo como mujer que crió a ambos. — Adelinde se levantó de su asiento, observando seriamente a los contrarios, preparada para dar su decisión final. — El Señor Kaeya se quedará en la mansión y el Maestro asistirá en la búsqueda. Es lo mejor para todos, en cambio, usted Señor Diluc espero que llegue de vuelta para la cena.

— Eso haré. — respondió el mayor, levantándose del asiento y saliendo por la puerta.

Rápidamente como pudo,el moreno salió detrás de él y tomó su brazo con una expresión de rabia,tomando por sorpresa al pelirrojo.

¿No escuchaste a Adelinde? Tú te quedas.

Promételo. —dijo sin contexto el moreno, observando determinadamente al contrario. —Promete que volverás para la hora de la cena.

— Lo prometo.

Sin más demora el pelirrojo rozó sus labios contra la suave frente del ex capitán de caballería,seguidamente subir a su caballo y dirigirse a su destino seguido de más hombres que ayudarían en la búsqueda.

Borrascas de viento helado y nieve,  acompañadas con el sonido de truenos en la montaña más peligrosa del condado

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Borrascas de viento helado y nieve,  acompañadas con el sonido de truenos en la montaña más peligrosa del condado.

Varios voluntarios del viñedo, guiados por el pelirrojo hasta la cima de la montaña, buscando a la pequeña, y evitando cualquier pelea posible con otros enemigos.

Tras bastantes horas buscando,encontraron varias pistas de la joven, como algún zapato, un gorrito y lo más significativo, su mochila con todos sus juguetes, los cuales estaban esparcidos por la nieve.
Todo lo que iban encontrando se lo guardaban, se lo entregarían a Albedo al llegar.

Enemigos se presentaban ante los hombres, derrotándolos uno a uno, dejando tan sólo al dueño del viñedo con dos acompañantes más, que no tardaron mucho más en caer con los demás.
Los guardianes de las ruinas parecían más activos y agresivos en la cima en comparación con los del pie de esta.

Tan rápido como pudo Diluc luchó contra ellos; un solo hombre son visión pyro, enfrentado a dos guardianes con tan solo su mandoble, cansancio y casi consumido por el extremo frío de la cima.
Rápidamente cayó con los demás tras derrotar a uno de los guardianes, su cuerpo costaba moverse por estar casi congelado. Buscaba usar su visión para darse calor a si mismo y luchar al mismo tiempo, algo que sobrepasaba sus habilidades, así que solo fallaba en ello.

El guardián de las ruinas estaba preparado para dar su último ataque contra el pelirrojo y acabar finalmente con él.

Una posición preparada para lanzar varios misiles en su dirección, Diluc al observar aquello las alarmas de su cuerpo se encendieron como nunca, haciéndole levantarse como podía y cubrirse con su gran arma todo lo posible.

Los misiles se dispararon en dirección al último hombre en pie de cabellera roja, creando una explosión en el impacto, derrumbando alguna que otra ruina.

El gran sonido asustó a todos los animales cercanos de la zona, bandadas de pájaros salían disparados por el cielo buscando otro lugar al que descansar y cantar, zorros invernales corrían lo más rápido posible a protegerse a ellos y a sus crías.

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