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Todos buscaban huir del lugar de la pelea, menos una corta melena rubia que apareció en el momento justo, bloqueando el ataque del guardian sin ninguna visión a la vista.

El humo del ataque se disipó y se pudo observar un pelirrojo relativamente ileso y a un hombre joven, rubio y de baja estatura.

¿Albedo? —cuestionó el pelirrojo cansado.—

El nombrado se dió media vuelta, juntando miradas con Diluc, no había duda, aquel hombre era el alquimista de Mondstadt¿cierto?

Rápidamente el rubio en escena derrotó a los enemigos restantes sin el uso de una visión, solo en compañía de una espada ligera y lo que parecían unas pequeñas bombas, las cuales se podían identificar a simple vista, eran de Klee.

Diluc retomó la compostura, y al momento que todo entró en calma comenzo a entablar conversación con su salvador.

Albedo, creía que te habías quedado en la Aldea Aguaclara. —comentaba con confusión el pelirrojo— Parece ser que Klee ya está contigo ¿me equivoco?

El mayor no obtuvo respuesta por parte del contrario, a cambio, solo recibió una mirada firme en silencio antes de que el alquimista se pusiera a caminar en dirección de arcontes saben a donde.

Sin decir mucho más el dueño del viñedo siguió a Albedo, no sin antes enviar una carta por vía aérea para enviar refuerzos médicos para sus compañeros caídos.

°°°

Llegaron a un campamento, distinto al que originalmente conocía, este simplemente estaba dentro de una cueva y contenía una tienda de campaña rodeada de nieve,hielo y varias hogueras que encendían a su paso. Aquel sitio era nuevo para los ojos de Diluc, no conocía la existencia de un lugar así en la montaña helada.
Pero lo que parecía más extraño de aquello era el rubio que lo guiaba, no había dicho ni una sola palabra desde que se habían encontrado, sabía que el alquimista no era un joven de muchas palabras, pero usualmente siempre tenía algo mínimo que decir.

¿Dónde estamos?

Otra vez, sin respuesta en palabras, sino en gestos, el rubio señaló un pequeño hueco en la cueva, indicándole al mayor que pasase por ahí debajo.

Haciendo caso a las indicaciones ajenas, Diluc se desplazó por el lugar, llegando a una cueva algo más simple, decorada con libros esparcidos por el suelo y una hoguera pequeña. Finalmente en una esquina se podía distinguir una silueta tumbada en el frío suelo helado, una niña, Klee.

Klee..

Susurró en bajo el rubio mientras se colaba por el hueco para pasar a dentro de la cueva igual que el mayor.
Su voz sonaba distinta a la de siempre, quizás algo más rasposa, como si estuviera enfermo. Aquello fue desde luego algo que hizo que las alarmas del pelirrojo se encendieran.

Con prudencia se acercó a la pequeña niña, observando que estaba dormida con fiebre. Rápidamente la tomó en sus brazos, dispuesto a salir de ahí solo si era con ella, pero por mala suerte, el alquimista desenvainó su espada ligera, colocándose frente a la salida, señalando a la niña con la punta de su arma.

Klee.. —volvió a repetir con aquella voz, dispuesto a luchar por la custodia de la niña.—

Tú no eres Albedo.— comentó el mayor con el ceño fruncido. — ¿Quién eres? O más bien debería preguntar ¿Qué es lo que eres?

Se podía ver desde el Viñedo del Amanecer como,con el paso del tiempo,el cielo se volvía cada vez más oscuro debido a la hora tardía

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Se podía ver desde el Viñedo del Amanecer como,con el paso del tiempo,el cielo se volvía cada vez más oscuro debido a la hora tardía.
Se estaba acercando la hora de la cena y el pelirrojo todavía no se dejaba ver, preocupado de que no fuera a cumplir su promesa, el moreno había intentado salir de exploración a la montaña, ignorando la orden que le había dado el dueño del viñedo antes de partir. Por suerte, las sirvientas siempre acababan pillándolo con las manos en la masa, y evitaban que este abandonase la mansión o sus alrededores.

Joven Kaeya, usted sabe que no debe abandonar este lugar. —habló Adelinde, dándole una leve regañina al moreno.

Diluc no dijo nada sobre no dejar la mansión..

— Cierto, pero sabemos perfectamente que si usted sale de aquí, irá directamente a seguir los pasos del Maestro.

La sirvienta había dado en el clavo,se pudo entender por la expresión de frustración ajena.
El peliazul estaba intranquilo al no estar con el mayor, temía por la seguridad del contrario, más ahora que nunca.

Aquella montaña nevada era realmente peligrosa, el tiempo y vendavales helados que albergaba, y aquellos enemigos no eran nada si iban por su cuenta, en cambio, ambos al mismo tiempo podría ser realmente malo. Incluyendo al saco la Orden del Abismo, quien sabe lo que estarían tramando entre manos desde que consiguió escapar de su prisión.

— Qué tal si para pasar el tiempo usted nos ayuda con la cena, a mí y a las demás sirvientas ¿qué le parece? Así el Maestro cuando regrese a la hora de cenar, podrá disfrutar de un platillo hecho por sus propias manos.

— Creo que aceptaré la oferta..

Kaeya aceptó la propuesta de la mujer, no le parecía nada mal ver al pelirrojo comer un plato hecho por él. Sería algo que realmente le haría feliz, sentiría que estaría haciendo algo a parte de ocupar sitió en la mansión.

Perfecto, pues manos a la-

El sonido de unos golpes en la puerta principal cortaron las palabras de Adelinde, haciendo que rápidamente la mujer se dirigiera al lugar del sonido y abriera la puerta.

El moreno,curioso por ver quién estaba tocando a esas horas, se acercó de igual manera al lugar, observando a la persona responsable de aquella visita inesperada.

He venido a hablar con Kaeya Alberich.

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