"Si por besarte tuviera que ir
después al infierno, lo haría.
Así después podré presumir
a los demonios de haber estado
en el paraíso sin nunca entrar."
- 𝐖𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐦 𝐒𝐡𝐚𝐤𝐞𝐬𝐩𝐞𝐚𝐫𝐞.
¿Qué se puede hacer cuando tu corazón es...
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𝐄l eco de los gritos de Molly Weasley todavía repercutían en los tímpanos de Bliss. La medi-bruja que había visitado La Madriguera seguía con una mueca en su rostro, incluso después de hablar con ella y Percy mientras se llevaban en cuerpo dormido de Lee.
Lo habían chequeado. Sus signos vitales estaban en orden, pero cuando la varita de la bruja se movió sobre su cabeza, unas luces de un tono anaranjado brillaron y fue señal suficiente para que se pusieran en marcha hacia San Mungo.
Bliss tenía claro que debía centrar toda su atención en Lee mientras era llevado en una camilla hacia el piso de revisión, pero fue complicado cuando era consciente de que en aquel mismo momento Fred y George estaban teniendo probablemente la peor discusión con sus padres.
Un Percy preocupado caminaba a su lado, siguiéndole el ritmo rápido de cada paso.
"Hablaré con el doctor que le atienda y pediremos que nos avisen el más mínimo daño ¿está bien?" Habla con un tono serio, mirando hacía adelante. "Me importa una real mierda si Lee tiene una mísera jaqueca. Lo tomaremos como razón suficiente para colocar a Malfoy al frente del Ministerio."
La bruja no sabía si sorprenderse más por escuchar a Percy decir una grosería o lo letal que sonaban sus palabras.
Estaba dispuesto a ir en contra de los Malfoy sin pestañear. Directo y sin escrúpulos.
"Me preocupa que todavía no haya despertado..." Responde Bliss, deteniéndose cuando una enfermera les hace una seña para hacerles entender que debían esperar en la recepción. "Somos conscientes de que los Malfoy desde siempre han trabajado con las artes oscuras..."
El Weasley niega con su cabeza, todavía manteniendo una expresión seria.
"No me extrañaría que Lucius haya hecho algo para callar a Lee. Todos en el Ministerio saben lo jodido que es." Escupe.
Bliss traga el nudo en su garganta con la mirada fija donde su mejor amigo era llevado. Era horrible y la situación se escapaba como humo entre sus dedos.
El tiempo en la sala de espera se hacía eterno. Percy en más de una ocasión se había acercado al gran mesón para consultar sobre Lee, pero la única respuesta recibida era: Está siendo monitoreado.
Ya cuando fue probablemente la décima vez de consultas y sacar en cara su futuro puesto en el Ministerio, la recepcionista les amenazó con ser desalojados del edificio. Fue suficiente para que Bliss agarrara el brazo del Percy y lo obligara a sentarse a su lado.
"Debes irte, Jones." Comenta un Percy cansado, cuando sus ojos se han enfocado en el reloj de su muñeca y nota que ha pasado todo el día en la sala de espera.
Era tanta la preocupación que sus cuerpos se habían adaptado a la tensión constante, ignorando el ruido de sus estómagos al no haber comido y cómo constantemente relamían sus labios por los pocos vasos de agua consumidos en las horas transcurridas.
