7.- Una Cuna para Poli (3/3)

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Luego de mucho experimentar de esta manera, Poli sacó sus propias conclusiones y se las comentó a Alfa y Gastón mientras comían. Por su corta edad no sabía bien cómo expresarlas, pero ambos adultos eran pacientes y sabían que el muchacho era más inteligente que cualquier chico de su edad en el pueblo, por lo que lo escucharon con atención hasta que consiguió dar a entender todas sus ideas.

—Casi todo el mundo me hace caso— explicó al final— pero no para todo. Es muy raro.

Gastón y Alfa se miraron, extrañados. Le creían, pero algo así era difícil de entender hasta para un adulto.

—¿Y qué hay de nosotros?— inquirió Alfa— ¿Podrías darnos órdenes a nosotros también?

Poli lo pensó un momento.

—Entonces... bailen. Quiero que ambos bailen.

Con toda calma, Gastón se puso de pie y encendió la radio. Luego se dirigió a Alfa para pedirle acompañarlo. Ella aceptó sin titubear y ambos se pusieron a bailar. Estuvieron así un par de minutos, hasta que Poli les pidió que pararan. Con eso, Gastón apagó la radio y se volvieron a sentar.

—¿Lo ven?— alegó el muchacho.

Alfa y Gastón se miraron, extrañados.

—Bueno...— Alfa no supo bien cómo expresarlo en palabras de inmediato.

—No se sintió como si una fuerza extraña nos obligara— indicó Gastón— te creo, pero pienso que hay que explorar más este tema.

Alfa se llevó una mano a la mejilla.

—Es verdad que he visto en muchas ocasiones que la gente hace cosas extrañas alrededor de Poli— recordó— pero también es cierto que no sentí que nada nos obligara a bailar... pero podríamos habernos quedado sentados.

Gastón y Poli se giraron a ella, curiosos. Comprendieron que Alfa había llegado a una conclusión más profunda. Esta, segura de tener su atención, continuó.

—Si queríamos probar esta... "habilidad" de Poli ¿Por qué no nos rehusamos? Sentimos que lo hicimos porque queríamos, pero lo hicimos de todas formas.

Le tomó un buen rato a Gastón comprender a qué se refería Alfa, mientras que Poli derechamente no pudo seguirla.

—¿Estás diciendo que la habilidad de Poli es hacer que la gente quiera hacer lo que él les pide?— quiso confirmar el policía.

—Eso parece ¿O no?— Alfa se inclinó hacia adelante, interesada— tengo una idea; los dos escribiremos algo que sabemos que le desagrada hacer al otro, luego se lo pasaremos a Poli. Él tendrá que darnos la orden de hacerlo. De esa forma podremos confirmar si algo así existe o no.

—Ay, no, no me gustaría obligarlos a hacer algo que no quieren— se arrepintió el chico.

—Descuida, corazón. No será algo muy terrible— le aseguró Alfa.

Pero entones ella y Gastón se miraron con malicia, sonriendo como villanos mientras pensaban en los castigos que se impondrían el uno al otro.

Finalmente Poli recibió ambos papeles y los leyó un par de veces antes, porque leer en voz alta era aún muy difícil para él.

—Gastón— le indicó— tienes que comerte una cebolla.

El viejo policía se llevó las manos a la cabeza, desconcertado.

—¡Noooo! ¡Todo menos eso!— exclamó, medio en broma.

Poli, triste por él, estuvo a punto de decirle que no era necesario, que no lo hiciera, mas Alfa adivinó sus pensamientos por la cara que ponía y se apresuró a taparle la boca.

Las Imperdonables Nanas del Príncipe DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora