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𝙲𝚘𝚖𝚖𝚒𝚗𝚐 𝙷𝚘𝚖𝚎

Capítulo Diecisiete:

Referirse a ello como "enamorarse" da una impresión equivocada.

La caída insinúa un choque inevitable precedido de una espiral descendente; un salto ingrávido que, salvo la decisión inicial de dar un acto de fe, se produce sin ningún tipo de pensamiento y sin ninguna esperanza de detenerse. Una vez que uno está al límite, no puede hacer nada más que cerrar los ojos y esperar a que el hueso se rompa.

Es todo lo contrario para el chico.

Su historia de amor es suave. Tiene un propósito y es fácil.

Es ver al músico sonreírle, escuchar las letras que escribió, ver caer los rizos en sus ojos verdes, verdes, verdes y saber que quiere verlo sonreír por el resto de su vida.

Es compartir bollos en la panadería local y el músico dejar que el chico tome su café, incluso cuando el chico tiene su propia taza. Así como se ríen en la oscuridad. Son ellos conduciendo y conduciendo y conduciendo y luego deciden seguir conduciendo hasta bien entrada la noche, en la vieja camioneta que ambos adoran.

Es tener sólo diecisiete años y saber que esto es lo que quiere para siempre.

No hay caída libre para el chico. Sin espiral descendente. Es más bien como si siguiera un camino fácil y suave a través de un pequeño pueblo, en una tarde de otoño cuando todavía hace un agradable calor, las sonrisas de los residentes aún son amables, y abre la puerta de una cabaña brillantemente iluminada con la chimenea encendida y el repentino discernimiento de que "oh, ya he estado aquí antes. Siempre estuve destinado a estar aquí".

Al darse cuenta de que ama al músico, se siente como volver a casa. Es asentarse suavemente en algo cómodo, intocable. Mágico.

Aun así, como ocurre con la mayoría de las actualizaciones, llega un momento específico en el que el chico se da cuenta de que está muy enamorado y la división entre lo que era y lo que es se dibuja para siempre.

Según la tradición del viernes por la noche, el chico se cuela en el caparazón de la banda de música durante el segundo cuarto de su juego de bienvenida con dos vasos de poliestireno llenos hasta el borde con chocolate caliente. Aunque se toma el tiempo para saludar a algunos compañeros de clase, sus ojos sólo buscan a su tuba favorita, el rizado tuba que espera junto a la pared del fondo con hoyuelos en forma de cráter.

Su sonrisa se suaviza cuando el chico corre hacia él. "Un chocolate caliente, según lo solicitado".

"Eres mi persona favorita." El músico toma el vaso y sopla en él. Un chorrito de líquido marrón burbujea sobre el borde.

El chico quiere besarlo, pero en lugar de eso pone los ojos en blanco. "Bueno obviamente. Ni siquiera hay competencia, ¿verdad?

"Por favor. ¿Quién podría competir contigo?

Y es dulce y gentil, cálido y amable y todo lo que saben ser el uno con el otro. El chico inclina la cabeza, sonrojado, mientras junta los tacones de sus tenis.

"¿Listo para el entretiempo?" Pregunta, en lugar de parlotear una lista de las infinitas cosas que adora del chico que está frente a él.

"Uf, en realidad no. Hace frío y todo está embarrado. Me resbalé justo antes de entrar al campo".

El chico se lleva una mano a la boca. "No lo hiciste."

Un suspiro, practicado, desdeñoso y quizás cariñoso, se le escapa al músico. Se aleja de la pared y gira para mostrar el costado de su pierna izquierda.

Salpicaduras marrones de barro están salpicadas por el uniforme de la banda blanca.

El chico se ríe más fuerte. Se tapa la boca con la mano cuando se le escapa un resoplido poco atractivo.

Se ríe del uniforme embarrado y de la tuba al lado del músico, que parece tan extrañamente grande sostenida por un cuerpo tan larguirucho, y se ríe de los otros sesenta estudiantes de la banda de la escuela que sin duda vieron la caída y de las gradas prácticamente vacías durante el entretiempo. Se ríe de la lluvia.

Se ríe de las mejillas sonrojadas y de una sonrisa practicada, desdeñosa y cariñosa y de rizos y ojos hermosos y se ríe porque, oh Dios mío, te amo. Por supuesto que sí. Probablemente te he amado desde el mismo momento en que nací. Incluso si aún no lo sabía. Aunque todavía no te conociera. Mi alma ya lo hacía. No puede existir si no está ligada a la tuya. Te amo.

Te amo.

La sonrisa se congela en las mejillas del chico, sonrojadas por la presencia del músico, congeladas por la lluvia helada, y el músico hace una pausa. Él inclina la cabeza. Los rizos rebotan bajo su ridículo sombrero de banda. "Oye, ¿estás bien?"

"Sí, sí, por supuesto". Definitivamente no puede decir esas palabras. Aquí no, con demasiada gente que podía oír.

Nunca, porque la idea es aterradora.

"Perdón por reírme de tu caída en las traicioneras y fangosas aguas. Estás siendo muy valiente al respecto".

Su equipo de fútbol permite otro touchdown. Están perdiendo 28 a 3. La multitud gime.

La sonrisa del músico no hace más que crecer. "Gracias. También acepto simpatías en forma de obsequios". Luego, da un paso adelante y baja la voz. "También en abrazos y besos".

"Ugh. ¿No es suficiente el chocolate caliente? El chico lo ama, lo ama, lo ama. Lo hace. "¿Nunca estarás satisfecho?"

"No. Me gustaría mucho seguir besándote para siempre".

Te amo.

El chico le envía una suave sonrisa. "A mí también me gustaría mucho eso".

"¿Sí?"

"Sí."

El chico no sabe cómo verbalizarlo, cómo decírselo, pero sale de la cancha diez minutos después -faltando veinte segundos para el cuarto- y está sonriendo, sonrojado. Asombrado. Pero no se sorprende.

Por supuesto que ama al músico. No sabe cómo no hacerlo.

Nunca se enamoró. No precisamente. Lo logró a través de años de amistad, de risas, suaves burlas y besos y este sentimiento ineludible de que la persona que siempre quiso sentarse a su lado, tomar su mano, tiene un alma intrínsecamente ligada a la suya.

Y amarlo era todo lo contrario de zambullirse. Era fácil. Era perfecto. Era gentil y hermoso.

Y era todo.

Estaba bien.

Era lo más puro que jamás haya conocido.

Era amor.

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N/T: Amo estos relatos cortos llenos de su historia de amor 💚💙