Camino lentamente en dirección a casa.
Al llegar a la puerta, freno.
¿Qué va a decir mí mamá? De seguro ya le llegó la invitación...
Suspiro y entro a la casa.
—¡Lyall! ¡Felicitaciones, mí niño! —grita mí mamá y se acerca para abrazarme.
Sonrío un poco.
Debe estar orgullosa de que siga los pasos de mí padre, no por el logro en sí...
Cierro los ojos.
—Ma... —digo tomando coraje—. Hay algo que necesito hablar contigo.
Ella se separa de mí y me mira, cautelosa.
Tú puedes.
—Yo... No... No soy Clius. Y no voy a serlo —empiezo a decir—. Desde que él murió, todos esperaban que yo siguiera sus pasos y así lo he echo, pero siento que me siguen comparando con él. Y ahora que voy a ser nombrado como el comandante de todos los soldados, empezarán a compararme aún más. La verdad es que sufro de ataques de pánico y ansiedad. Cada vez que me siento presionado, empiezo a hiperventilar y no puedo respirar.
Hago una pausa.
Mí madre está mirándome con cara de sorprendida.
—Jay descubrió eso hoy y no sé que van a pensar, así que no quiero que te decepciones si algún día llego aquí con un ataque de pánico o algo por el estilo. Yo ya no sé qué pensar y más ahora que estoy siguiendo los pasos de papá tal cual como todos pretenden... —empiezo a decir a toda velocidad—. Realmente nunca quise que ser como él y convertirme en comandante, pero llamé demasiado la atención y ahora no hay vuelta atrás. No tengo idea de que voy a hacer si algún día me agarra un ataque de pánico allí y no me logro controlar...
Mí mamá me toma de los hombros y me callo de golpe.
—Escúchame. Tú eres Lyall, el hijo de Clius, pero sobre todo, el mío. Yo jamás te voy a exigir nada que tú no quieras, ¿Entiendes? Soy tu madre y te quiero tal cual eres. No necesitas ocultarme las cosas porque yo siempre te voy a ayudar. Eso es lo que hacemos las madres.
Me relajo y me acerco para abrazarla.
—Ahora muéstrame que es lo que hiciste con mis vendas y luego ve a prepararte para la gala.
Me empiezo a reír.
—¿Me estás diciendo sucio?
Nos miramos y nos entramos a reír.
Me saco la parte pesada de la armadura para poder sacarme la remera y que quede a la vista la gasa.
Mí madre frunce el ceño y se acerca para examinarme.
Me saca la gasa y suelta un grito cuando vé lo que hay debajo.
—Lyall... ¿Qué...?
—No lo sé. Hoy amanecí así.
No le digo sobre el sueño.
Por alguna razón, tengo la sensación de que no debería compartirlo con nadie.
La quemadura me empieza a arder y bajo la mirada hacia ella.
Una luz dorada empieza a manifestarse y abro los ojos como platos.
Caigo en cuenta de que debe ser lo que hizo que Jay saliera disparado para atrás.
Aunque no tendría sentido porque yo tenía puesta la remera y la armadura.
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Elegidos por los dioses
FantasyDos pueblos enemistados, dos dioses decididos a reconciliarlos y dos elegidos destinados a restaurar la paz. Cuando los dioses confíen en dos de sus hijos la tarea de superar la enemistad entre ambos pueblos, ¿Lograrán cumplir con su objetivo? ¿Esta...