🌅 2. En problemas 🌅

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Me detengo frente al general y me muerdo el labio con fuerza hasta sentir el gusto a sangre.

- Perdón, general. No fue mí intensión irme sin notificar. Aunque... - me callo.

- ¿Aunque...?

Dejo de morderme el labio y me paro derecho.

- Creo recordar que si le avisé a alguien. Pero... No recuerdo a quién. De hecho, creo que... Creo que no era parte de nosotros.

El general me mira, dudoso.

- ¿Cómo era?

Intento recordar su rostro, pero solo recuerdo una silueta con una capa azul.

- No vi su rostro. Solo sé que llevaba una capa...

- Azul - me interrumpe el general.

Lo miro, sorprendido.

- ¿Cómo...?

El general mira a nuestro alrededor antes de tirar de mí en dirección a un escondite.

- Escucha, no puedes decir NADA sobre esto, ¿Okey?

¿Qué habrá pasado?

- Ayer, en la patrulla en la que te desmayaste, tu grupo divisó a varios Lunaris a punto de cruzar la frontera.

Mí mirada, antes atenta al pasillo, vuelve a el general con rapidez.

- ¿Qué? O sea... O sea que...

- Le notificaste a un Lunaris, así es.

Trago saliva con nerviosismo.

¿Es posible que lo haya echo?

- Deberían echarme por irresponsable - susurro.

La mano del general encuentra mí hombro, provocando que vuelva a la realidad.

- No. Tu padre...

Suelto un suspiro y me alejo un poco.

- Mí padre, mí padre, mí padre. ¿Cuándo verán que no soy él? No pueden esperar que sea igual de perfecto que él porque no soy como él y nunca lo seré - digo, mirándolo con lágrimas en los ojos.

- Lyall...

Lo miro y por un momento recuerdo cuando ambos éramos pequeños y mejores amigos.

- Tu sabes de qué hablo. También tuviste todas las expectativas sobre ti cuando murió tu padre. Lo que no entiendo es porque me comparas con él cuando sabes lo que se siente que lo hagan.

Se endereza y desvía la mirada, sin saber que responder.

Suelto una risa llena de bronca.

- Le pediré al rey que te convierta en el general de las patrullas fronterizas - suelta.

- ¿Por qué?

Intercambiamos una mirada.

- Nunca nos has decepcionado.

- No me convertiré en general solo porque "no los he decepcionado", no pienses que me voy a tragar eso Jay.

Jay se empieza a reír sin poder evitarlo.

Lo miro mal.

- No te rías.

Niega con la cabeza mientras se ríe.

- No me has dejado terminar de hablar. Ya desde hace tiempo el rey me pidió que te vigilara porque tenías potencial. Creo que ya es hora de que te den el puesto - explica.

Me pongo todo colorado.

- Perdón - murmuro.

Se ríe.

- Acompáñame.

Empieza a caminar en dirección a la oficina del rey.

Dudo.

- ¿Estás seguro de que el rey dijo por potencial y no por...?

Se gira para mirarme.

- No lo sé, siendo sincero. Pero yo no lo rechazaría. Al fin y al cabo, en vez de un reto, te has ganado un ascenso. Mejor no te quejes.

Bajo la cabeza y lo sigo en silencio.

Si, tiene razón en lo de que he salido ganando, pero no me siento bien con ello.

A veces me pregunto si todo lo hacen porque mí padre era súper bueno en lo suyo o porque realmente yo soy bueno.

Son momentos donde empiezo a dudar de si soy importante por quién soy y no por que soy hijo de.

Y ahí es cuando necesito correr lejos de todo para poder liberar todo lo que me quita el aire.

Ahí es cuando me interno en el bosque en busca de consuelo, dejándome caer entre los árboles con la cara enterrada en mis piernas, mí respiración descontrolada y mis ojos llenos de lágrimas.

La ansiedad escala por mí espalda y me amenaza.

Me freno de golpe y Jay se gira para mirarme.

Noto que se da cuenta del frenesí en mis ojos y en mí cuerpo.

- Lyall... - su voz se vuelve un eco lejano.

Empiezo a correr en dirección al refugio de los árboles, sintiendo los pasos de Jay seguirme.

Suelto un grito y trastabillo hasta llegar cerca de la frontera.

Mí cuerpo se rinde y me caigo.

Entre las lágrimas, veo la cara borrosa de Jay.

Noto su mirada de pena y me refugio, escondiendo mí cara entre mis piernas.

Intento respirar.

Me quedo sin aire.

Cierro los ojos y vuelvo a intentar hasta que el aire ingresa.

Me calmo y dejo de temblar.

- Lyall... - la voz de Jay me hace levantar la cabeza.

Lo miro un segundo y desvío la mirada.

- Yo...

No me deja terminar la frase y me abraza.

- Gracias - murmuro.

Él no responde, pero sé que me escuchó.

Después de varios minutos, se pone de pie y me ayuda a pararme también.

- Vamos, el rey debe estar esperándonos.

Elegidos por los dioses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora