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Por fin, fin de semana. No recordaba que regresar a la escuela fuera una tortura. Estos días fueron bastante tranquilos, las chicas y yo salimos un par de veces a por comida y de compras, mi madre me armó un pequeño drama por teñirme el pelo, pero al final acabó amándolo. Resulta que la chica Alexa esa comparte varias asignaturas conmigo, un alivio la verdad no hablaba con nadie que no fueran las chicas y ella resulta ser bastante agradable. A Leudar no lo he visto ha estado muy ocupado con la banda.

Oh, claro. No les he contado.

¿Contarle a quién?

Emmmmm...como sea.

Leudar forma parte de una banda llamada "Fallen angels". Él es vocalista y guitarrista. No es que sean muy famosos la verdad, pero les va bien y en cuanto a talento pues tienen muchísimo.

En fin, me invitó a una fiesta hoy en la noche. Ojalá vaya Celine.

Celine y yo hemos hablado par de veces. La chica es muy simpática y desenvuelta, además de que está buenísima.

Estoy sentada en el sofá cuando la puerta se abre y aparece mi madre.

- Hola ma. ¿Qué tal tu día?

- Bueno, más tranquilo de lo normal.- dice dejando las cosas en la mesa de centro y se acerca a dejar un beso en mi frente- ¿Hoy vas a salir?

- Sí, Leudar pasará por mí.

- Oh, me avisas para darle un abrazo cuando llegue. Hace mucho que no lo veo. Me voy a dar un baño.- dice y desaparece de la habitación.

Mi madre adora a Leudar. En un principio no era así. Ella decía que un chico y una chica no podían ser amigos, que era imposible. Pero entre Leudar y yo nunca hubieron segundas intenciones, es como un hermano y mi madre le agradece por eso.

Más tarde, nos minutos antes de la hora acordada con Leudar, estaba frente a mi espejo repasando cada detalle de mi aspecto. Pelo bien peinado, maquillaje delicado, un vestido rosa palo que cae a los hombros, mangas largas, ajustado al cuerpo y hasta la mitad del muslo.

Me veía muy bien. Por lo menos a mí, me gustaba.

Bajé las escaleras y me encontré a mi madre en el salón.

-Vaya, vaya...hoy más de uno caen- dice con una risa medio pícara.

- Mamá, por favor- digo riendo.

- Oye que sí, que estás guapísima. ¿No es verdad Leudar?

- La verdad sí, ese color te queda bien.- dice Leudar asomando la cabeza desde la cocina.

- ¿Y tú cuando has llegado?- digo levantando una ceja.

- Hace unos minutos, pero tú madre me brindó dulce - dice enseñando un pedazo de pastel de chocolate.

- Eyyy yo no sabía que eso estaba ahí- le reclamo a mi madre.

- Por favor, Astrid, el resto del pastel estará ahí cuando vuelvas.

Suspiro y ruedo los ojos.

Leudar aparece en la habitación, viene con una camisa blanda desabotonada en el pecho, un pantalón de tela negro, unos Converse y el pelo recogido en un moño.

- ¿Y si nos vamos?- dice con cara de satisfacción. Apuesto a que el pastel está bueno.

- Espera, tienes natilla aquí- le digo acercándome y limpiándole la barbilla con mi dedo pulgar- Listo. Eres un desastre.- digo con unas carcajadas.

- Si claro, ¿quién cuida a quien para que sobreviva a sus crisis existenciales?

- Oye, con eso no se juega. - digo cruzando los brazos.

De pronto las carcajadas de mi mamá invaden el lugar.

- Son unos tortolitos.

- ¿Qué? NOOO - decimos al unísono con cara de asco.

- Eso decía yo con tu padre y mira el bombón que hicimos.

- Ayyy no mamá, por favor. Mira nos vamos. - digo cogiendo a Leudar por la mano y llevándolo a la puerta.

- ¡Astrid no vuelvas sola! ¡Y tú, Leudar, ven más seguido!

Mientras nos subimos en el auto Leudar se ríe de mí por mí expresión.

- No sé de qué te sorprendes, nos pasa con todo el mundo.- dice mientras busca las llaves en sus bolsillos.

- Ya si, pero es mi madre. ¿Has visto con la cara que te ha mirado? Y pensar que cuando te conoció te odiaba.

Llegamos al club donde se desarrollaba la fiesta. Leudar le dijo algo al oído al señor de seguridad y nos dejó entrar. El lugar estaba casi totalmente oscuro, habían luces de varios colores que recorrían la multitud y techno de fondo. Leudar me tomó de la mano y nos escurrimos entre el tumulto hasta llegar a unas mesas en una zona alejada de la gente, debe ser un reservado.

Leudar volvió a susurrarle algo a el personal de seguridad y entramos hasta una mesa donde a la única que conocía era a Celine. Llevaba un vestido verde olivo, que hacía un contraste despampanante con sus mechones rojos, con escote en V, ajustado en toda su figura hasta la parte superior de sus muslos. Se veía demasiado sexy.

Leudar saludó a todos como si los conociera de toda la vida y me señaló a mí como si les dijera "ella es quién les dije que venía conmigo".

En pocos minutos ya yo estaba conversando con las dos chicas, además de Celine, que habían en la mesa. Una de ellas tenía unos rizos preciosos, rubios con unas mechones azules, ojos a juego y una figura muy voluminosa. Era muy simpática, de estas chicas que llaman la atención con tan solo poner un pie en cualquier establecimiento. La otra chica era de pelo corto negro como un azabache, tes blanca, ojos chinos y castaños y figura delgada y elegante.

- ¡Vamos chicas, a cautivar la pista con nuestra chispa! - dice la chica de los mechones azules.

Celine las había nombrado en frente mío, pero no soy buena con los nombres, estaré un buen tiempo para recordar los suyos, los cuales ya olvidé.

Miro a Leudar que está conversando muy concentrado con el otro chico que había en la mesa.

- ¡Vamos Astrid! -dice Celine y me arrastra de la mano con ellas.

Bailamos, saltamos, bebimos, estuvimos horas desconectadas del mundo.

Empezó a sonar música suave y todos buscaron pareja.

Yo me quede en mi sitio como pude porque las copas ya me estaban haciendo efecto. Una mano tomo mi cintura y un aliento cálido rozó mi cuello.

- ¿Te acompañado?- dijo Celine.

Asentí y puso sus dos manos en el comienzo de mis caderas, guiándome. Nuestros cuerpos se pegaron. Sus pechos tocaron mi espalda y un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral. El movimiento era lento pero aceleraba cada uno de mis latidos. Ella lo notaba.

En un momento determinado Celine se despegó, me dió media vuelta, me pegó rápido hacia ella y me besó.

VORÁGINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora