Capitulo 5: Helado de Frutilla y Vainilla.

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Marko Buttini llevaba unas largas semanas soportando a Ana y su familia. El verano le resultaba aburrido, sin sentido, agotador.

Ana tenía un plan cada dos días, y si Marko estaba cansado, cada tres. Él le decía que se aburría, entonces cada uno. Él le decía que se aburría de ella, entonces cada dos.

Así transcurrían las semanas para Marko, que no sabía cómo encontrar algo fresco, en ese desierto polvoso y católico; porque claramente tenía que ir a misa siempre que su madre quería.

Así estaba de humores, sentado en una butaca del cine, edificio que se le hacía minúsculo y de mal gusto.

Frente a él, Ferrari.
Junto a él, Ana.
Junto a Ana, su mamá y dos primos.

-Por lo menos insistir en que Ana estuviera al lado mío me salvo de estar cerca de ellos.- pensó.

A Marko le gustaban los Ferrari, pero no le interesaban los Ferrari. Se sentía atrapado en un verano insoportable y la sala oscura, agigantaba la sensación.

Sintió como su garganta se cerraba, ya no le alcanzaba con tamborilear los dedos en la butaca. Necesitaba aire o agua, o ambos.

Se levantó, Ana atinó a preguntarle bajito si necesitaba algo, alguien le gritó que se sentará o se moviera porque no veía, el ruido de la película de volvió opresor, se sintió mareado, se apresuró al pasillo y fue directo a la puerta.

Salió, ahogado y acalorado.

Ya eran las 22:15hrs y la temperatura bajaba, pero sintió que el calor lo consumía.

Fue a los baños, se empapó la cara.

Su reflejo se veía cansado y amarillo.

-¿Que comí hoy que pudo hacerme tan mal?- se quiso convencer de que era un alimento.

Pero era ansiedad.

Lo venía persiguiendo desde sus últimas noches en Buenos Aires: en realidad volver al pueblo religioso le aterraba. Una madre estricta y fría, un padre ausente por trabajo, familiares interesados e hipócritas, y Ana.

No quería llevarse mal con Ana, pero no soportaba a nadie en San Rafael.

Mientras que otras personas encontraban calma en el silencio, él lo sentía pesado, punzante. La ciudad animada lo sacaba de su mente, pero este pueblo lo devolvía a ella.

Salio del baño. Sin mirar y se choco de frente con una chica: mucho más bajita que él (razón por la que no la había visto), de cabello rosado y corto, piel aceitunada y un mono amarillo.

El pasillo giraba.

- ¿Qué sos?, ¿un helado de frutilla y vainilla?- le saltó una risa con esa idea.

-¿Y vos? ¿Un sorete recargado de hierro?

Marko frunció el ceño, él solo estaba vestido de negro. Ella lo miró por encima del hombro, y se fue caminando.

Se quedo quieto en el pasillo. Aun sentía un aroma a vainilla en su nariz.

-Helado de frutilla y vainilla.- sonrió.- ¿Qué película habrá venido a ver?

Nunca confies en un ButtiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora