Capitulo 2: Buttini.

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Llega desde Zona Norte hasta el aeropuerto en taxi, espera dos horas en Buenos Aires a que el único vuelo a casa salga, y por último sale de un bloque de hormigón caliente para entrar en un desierto seco y aburrido.

Marko tiene un humor de mierda: el viaje de una hora y media no es tan largo como para dormir, ni tan corto como para no sentirlo.

Hace calor en el aeropuerto de San Rafael.

Marko pasa el año en Buenos Aires: estudia Finanzas en la universidad más cara que encontró su familia, porque "los contactos lo son todo", y tiene que codearse entre los "old money" de Argentina si quiere aprender sobre negocios para heredar la empresa familiar Buttini.

Retira su valija.

—En San Rafael nadie te las trae— Se queja internamente.

El calor del interior del aeropuerto no se compara al del exterior. No lo recibe un chofer, si no Ana, con un abrazo y dos besos sudorosos:

— Bienvenido a casa Marko ¿Qué tal el viaje?

Ella es dos años menor, y el año próximo empezará a estudiar como él, en Buenos Aires.

Ana es hija de abogados, y será la heredera del Buffet familiar. Las familias de ambos trabajan en conjunto hace generaciones, por lo que se conocen desde niños.

Pero Marko, en estos meses en Buenos Aires, ha terminado por pudrirse de la gente "del interior" como les dicen en Capital. Y ahora Ana, con su cabello castaño oscuro, piel tostada de calor, cuerpo voluminoso y trabajado, le parece una niña sudada y nada más, que no puede hacer otra cosa más que molestarlo las semanas próximas de sus vacaciones.

—Ana...— Marko sonríe con poca paciencia mientras se quita el sudor de la cara. Por suerte para Ana, lleva lentes de sol oscuros, y sus ojos no delantan el asco recién estrenado por su antigua amiga de la infancia.— Ni placentero ni agotador: rutinario.

—Ah... supongo que ya te estas acostumbrando a vivir lejos de casa... bueno, vamos que el Sergio nos está esperando, te llevamos a tu casa para dejar las cosas y después salimos a algún lado para comer, ¿querés?

—Prefiero comer en casa y dormir la siesta, si hay algo que extraño es la siesta.

—Okay, genial! Almuerzo en tu casa y después siesta.

—Siento que te estas incluyendo en esa frase.— Marko camina hacia el estacionamiento.

—Claro, te vine a buscar.

Marko apresura el paso. A lo que Sergio sale contento de una camioneta negra.

— ¡Markitoo! — Sergio lo abraza y le da unas palmadas, el calor sanrafaelino hace sentir a Marko que el abrazo dura mucho.

— Sergio...— sonríe Marko medio alejándose.

Sergio es chofer de los Buttini desde hace más de 30 años, pero mantiene la energía y la felicidad que tenía cuando recién comenzó su trabajo.

—Deje que le ayudo con la valija. —Dice mientras se dispone a subirla a la camioneta.

—Gracias Sergio, por cierto, ¿qué hace Ana acá?

—Lo vino a buscar.

—Si, veo eso, quiero decir, ¿por qué?

—Porque ella quería.

—¿Mamá no se lo pidió?

—No Markito, vino porque quiso.

—¿Ah sí? Bueno. No quiero que almuerce en casa, estoy cansado y ella no.

—Oh bueno, Marko, no te hagas problema podemos almorzar juntos y después me voy. — Ana se acerca, manteniendo la sonrisa.

—No quiero, tomate un cole a casa.

—¿Eh?

—Nos vamos, Sergio.

—Pero Markito, podemos alcanzarla a su casa...

—No.

Marko se sube a la camioneta.

—Vamos Sergio, Ana puede tomarse un colectivo o un taxi o pedir que la vengan a buscar, no te gastes.

—¡Pero Marko!

—Está bien Sergio, vaya. Que descanses Marko. —Ana le sigue sonriendo mientras saluda con la mano.— Ya saben. La línea que viene hasta acá es Buttini, ¡estoy en excelentes manos!

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