Capítulo 4: Ferrari.

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—Jael, linda!

—Hola Martii, llegaste temprano.

— Claro que si amor, si llegas una hora antes que todos, lo mínimo que puedo hacer es llegar a la misma hora, ¿no?

Jael y Martina se conocen desde tercero de la secundaria, ambas amantes de las construcciones habían estudiado en técnica para prepararse y entrar juntas en Ingeniería Civil. Aun vivían con sus padres, pero no se sentían agotadas de la vida familiar, en cambio se sentían agradecidas de poder ahorrar lentamente para independizarse.

Jael sonrie a Martina, adora que ella sepa sus horarios de colectivo, y que se tome el cuidado de ir más temprano, para hacerle compañía.

—Gracias Marti, no sé que sería mi vida social sin vos.

Jael normalmente rechaza planes nocturnos, no tiene transporte para esos horarios. Pero Martina, siempre que puede, la invita a quedarse en su casa.

—Noo bonita, qué sería de MI vida social sin vos.

Las dos se tientan de risa, ambas, autoproclamadas nerds, no salían mucho de sus casas. Su vida social se reducía a juntadas de estudio o compañeros de trabajo.

No les quedaban amistades de la secundaria y no tenían grupito fijo en la universidad.

—¡Chicas! ¿Por qué tan temprano?

Matias, tambien estudiante de Ingeniería Civil, estaba enamoradísimo de Martina, así la había invitado a ver Ferrari. Pero, tan pronto como ella aceptó y le pregunto, ¿con quién más vamos? Se acobardó y lo que había sido un plan de cita se volvió una juntada grupal.

No por eso Matias iba a rendirse en esa ocasión, lo consideró una oportunidad de acercarse más sin que ella estuviese incómoda y también fijarse que tanta química tenían.

En cuanto supo que Martina había invitado a Jael, supo que debía llegar una hora antes (como ellas) con alguna excusa.

—Ey, esa sería nuestra frase. No la tuya.

—Yo vine a esta hora porque me quedaba más cómodo, me alcanzaron de pasada. — le había costado horas pensar una buena excusa, y había decidido que era porque la bici se le había pinchado y había tenido que tomar un colectivo pero, en cuanto vio a Martina se le diluyeron las ideas.

—¿Quién te "alcanza" una hora antes? ¿No es lo mismo o mejor andar en bici?

—Es que se pinchó...—Matias sintió sus palmas sudar— además vine en auto no me quejo.

—Ohh yo entiendo esa sensación, si un vecino se ofrece, aunque llegues 3 horas antes se agradece.

Matias giro hacia a Jael como si le hubiese caído un ángel del cielo, sintió que le estaba tirando un centro para no quedar tan raro.

—Claro, si, esoo— soltó una risa nerviosa. —¿Que deberíamos hacer mientras esperamos que empiece la función?

Martina y Jael se miraron, sabían que Matias adoraba a Martina, la había invitado a unas 800 fiestas en lo que iba del año y Martina las había rechazado todas, con alguna excusa. Esta era una ocasión especial, en la que Martina había decidido que como eran vacaciones y tenía mucho tiempo libre, podía acceder a ver una película con amigos.

Amigos.

La palabra era clave, porque Martina no pensaba ver de otra manera a Matias.

Martina era lesbiana, y había intentado decírselo de múltiples formas a Matias, pero él parecía no querer escucharla porque, cada que llegaban a ese punto de la conversación cambiaba de tema.

Matias en realidad nunca se había percatado del hecho de que Martina llevaba la conversación a ese lugar porque ella era lesbiana, si no que pensaba que quería hacerlo reflexionar sobre su propia sexualidad porque lo entendía gay. Y Matias no quería que ella lo entendiese gay, Matias quería que Martina lo viera como una opción.

Después de una conversación cortada y silencios incómodos, se decidieron a usar lo que les quedaba de tiempo en decidir qué comer y si valía la pena comprar en el cine o mejor hacer contrabando. Eligieron contrabando.

A las 21:27 hrs llegaron los invitados "amigos" por parte de Matias (a quienes no les había contado que esto había sido inicialmente una cita con su crush).

Francisco y Derlis. Relojitos humanos que no les gustaba llegar ni demasiado temprano, ni demasiado tarde y tenían cada uno un auto, por lo que podían cumplir esa maña.

Derlis, al ver chicas se inquietó, deseaba que ninguna hiciera comentarios ni quiera pedirle el número.

—Mata— Francisco saludo casualmente a su compañero, para luego dirigirse a las desconocidas.— Francisco, un gusto.

—Jael— le tendió la mano.

—Martina— se limito a sonreirle. —¿Vamos a la sala? La función está empezando.

Derlis se quedó sin presentarse, agradecido de que ellas tuvieran más interés en la película que en su persona.

Nunca confies en un ButtiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora