Once

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Hyukjae

La molestia zumbó bajo mi piel.

Donghae me miró con calma,
pensando que lo sabía todo. Era
la ventaja de la juventud: creer
que sabias cómo funcionaba el
mundo y estabas convencido que
podías adaptarlo a tus
ideales. Pronto se daría cuenta
que los ideales eran solo una
tontería adolescente.

-Ven, ahora -gruñí, sin querer
liberar la frustración de los
últimos meses en él.

En última instancia, era
mi culpa por permitir este
matrimonio, por pensar que un
niño de dieciocho años podía
ser esposo y madre. La idea de
que Donghae pudiera convertirse
en Jieun 2.0 me revolvió el
estómago.

Donghae abrió la boca como para
decir más, pero le envié una
mirada de advertencia. Tendría
que aprender cuándo callarse.
Frunció los labios pero
permaneció callado.

Primero lo llevé a la habitación
de Felix. Abrí la puerta pero no
encendí las luces. La cama de
Felix estaba vacía.

-¿Dónde está? -susurró Donghae,
preocupado, mientras cruzaba la
habitación hacia la cama.

Mi corazón se apretó. Girando
sobre mis talones, salí y caminé
a toda prisa por el pasillo .
Unos pasos me siguieron, y
Donghae apareció a mi lado.

-¿Hyuk?

No dije nada... no podia.

La puerta de la última
habitación a la izquierda
estaba entreabierta como sabia
que estaría. La abri. La luz
derramándose iluminó a la
pequeña silueta de Felix en la
enorme cama matrimonial. Estaba
acurrucado sobre el edredón,
medio cubierto por su propia
manta. Respiré hondo, odiando el
sentimiento de culpa marchitando
mis entrañas., La ira hacia
Jieun era una emoción que podia
manejar bien.

Podía sentir los ojos de
Donghae sobre mí, la miríada de
preguntas que quería hacer. En
el silencio de la habitación,
incluso sus palabras tácitas
me frustraban. Dio unos pasos
vacilantes hacia Felix. Mi mano
salió disparada, apretando
su brazo con más fuerza de
la prevista. Hizo una mueca,
mirándome de una manera herida
que no tenía nada que ver con
mi agarre fuerte. Lo solté de
inmediato y luego pasé junto a
él hacia la cama.

Observé por un momento el
rostro manchado de lágrimas de
mi hijo. Solo tenía dos años,
tres en un mes, una edad en que
las lágrimas aún estaban bien.
Pronto, ya no lo estarian.

Me agaché y lo alcé con cuidado,
intentando no despertarlo. Cada
vez que lo hacía, se retorcía y
comenzaba llorar otra vez. Sin
embargo, no despertó. Su pequeña
cabeza se apoyó contra mi pecho
mientras lo acunaba contra mi
cuerpo, la manta envolviéndolo.

Donghae me siguió sin decir
una palabra cuando salí de la
habitación y llevé a Felix a su
propio dormitorio. Lo puse sobre
su cama, lo cubrí, luego le
acaricié el cabello ligeramente.
Sintiendo que Donghae me
observaba desde la puerta, me
enderecé y me dirigí hacia él.
Retrocedió de modo que pudiera
cerrar la puerta.

Donghae escaneó mi rostro, su
expresión llena de compasión.

-¿Siempre va a tu habitación por
las noches?

-No es mía –solté a
regañadientes-. Es la de
Jieun. Duermo en el dormitorio
principal.

-Oh. -La confusión apareció
en la cara de Donghae- ¿No
compartiste habitación con tu
difunta esposa?

Apreté los dientes, intentando
reprimir mi ira y, peor aún, esa
sensación pesada de tristeza.

-No.- Me dirigi a la habitación
de Danielle. Donghae
apresurándose a seguirme.
No podia dejarlo pasar. Era
demasiado curioso.

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