XII. La venganza

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Con un hilo grueso y largo de sangre cayendo por el costado de su cabeza, el dolor en su rostro y los dedos de sus manos temblando, agrietados y ásperos al golpe y los cristales, Becky abrió los ojos con lentitud y le tardó un tiempo notar que no estaba en la posición que deberían.

Los habían chocado y allí estaban ahora, con el automóvil boca abajo y todos volteados, silenciosos entre el temor y el shock que la situación les había generado. Le dio un apretón al volante antes de separarse de él y quitar el cinturón de seguridad.

Su cuerpo resbaló y la puerta se abrió, dejándola caer hasta afuera y rodar apenas, sobre el caluroso y alto césped a un lado de la carretera.

Becky giró con dificultad y, con su mirada al cielo, acomodó un brazo sobre su abdomen para intentar recuperarse. Le dolían las extremidades de su cuerpo y la respiración era costosa. Pero recordó quiénes la acompañaban y peor aún, quién podría haber provocado el accidente por lo que, con total suplicio, se apoyó sobre una rodilla y luego se puso de pie.

- Hola, Becky- oyó cuando pretendió abrir la puerta trasera y sintiendo el cañón helado de un arma en su cabeza - a ella no- agregó Billy. Era su voz, lo reconocía sin siquiera tener que mirarlo y, luego de que el chico bajara el brazo de quién estuviera apuntándole, con cuidado la ayudó a voltear - incluso desarreglada y con sangre en el rostro continuas viéndote hermosa- ella se mantuvo callada y solo lo observó unos segundos, antes de desviar la mirada tras él, donde solo Collins, el otro cabo que era su compañero y uno de los tres jóvenes, que se veían raro bajo sus ojos cuando se unieron al grupo momentáneamente, lo acompañaban. De Alan, el hombre que siempre sostenía un martillo, su esposa e hija, no había rastro alguno - me alegra mucho verte y saber que estás bien-

Becky lo ignoró y, limpiando apenas la comisura de sus labios, volteó y reinició la tarea de sacar a los demás del automóvil. Sin embargo, tomaron su brazo y la arrastraron unos metros más atrás, alejándola completamente de su cometido:

- ¿Qué has hecho? - le preguntó entre dientes a quién había sido su mejor amigo alguna vez y ahora solo quería saltarle y golpearlo hasta no reconocer su rostro - ¿por qué has hecho esto? ¡No toques a mi esposa! - le gritó a Collins que quitaba a Freen. Soltándose con brusquedad cuando la volvió a agarrar, llegó hasta él y lo derribó al instante con un golpe bajo su cuello - Freen - la llamó palmeando suavemente sus mejillas, arrodilla en el suelo - Freen, despierta...te necesito, despierta- susurró. La dejó un momento, recostada al ver que no reaccionaba y fue por Mon, que la llamaba entre llantos y a los gritos-

- Nosotros nos encargaremos de ellos. Ahora ven- le ordenó Patchanon tomando su brazo sin cuidado y apartándola nuevamente a un lado-

- ¡Suéltame! - forcejeó y plantando sus pies entre los pastizales. Cada vez que lo hacía, dolía tan tortuosamente que quería llorar, pero solo apretó sus labios para aguantarlo - ¡Que me sueltes, Patchanon! -

- Suficiente- la calló él, propinándole una cachetada y arrojándola indefensa al piso. Una cortina de su cabello le cubría la mejilla y la vergüenza por tal acto. El ardor era inaguantable y contenerse sosteniéndola con su mano era peor - no me has dejado otra opción. Quiero que me escuches-

Becky lo observó, con sus ojos húmedos y juntando las lágrimas que en cualquier momento iban a caer. Y luego a un lado, donde Freen comenzaba a despertar porque Mon sacudía sus hombros y le arrojaba un poco de agua desde una botella. Charlotte y Daniel a su lado solo permanecían abrazados.

- ¿Qué quieres? - le preguntó sin intención de escucharlo. Solo quería a su familia libre de eso y, cualquier cosa que él le pudiera, posiblemente iba a dárselo-

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