XIII. La coordenada

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Un mes y todavía no lo habían conseguido.

Un mes y medio y la situación no cambiaba. Dentro de ese departamento porque afuera, la pequeña horda del segundo día que vagaba entre los callejones del edifico, se multiplicaba por semana y ahora superaba cualquier número de dos cifras.

Freen estaba segura de eso.

Se separó de la ventana que daba a la calle y regresó con Charlotte tras su llamado.

Becky les había ayudado a preparar el cuarto que su amiga usaba como ático y lo transformaron en lo más parecido a un laboratorio. Solo ellas ingresaban y salían por precaución y porque no querían a los niños viendo lo que allí dentro sucedía.

Mientras Charlotte observaba tras sus lentes protectores, como a ella le gustaba decirles y no googlees porque sonaba ridículo en su mente, y olía un tubo de ensayo, Freen rodeó el escritorio y se detuvo a su lado.

- Nada-

- ¿A qué te refieres con nada? - le preguntó y la rubia suspiró-

- A que esto es nada. A la nueva fusión en la que hemos estado trabajando se la puede llamar nada porque no hará nada. No sirve-

- No la hemos probado aún-

- Huele- le dijo estirando el tubo hasta su nariz y ella contuvo la respiración luego de inhalar una vez-

- Tienes razón. Huele igual o peor que ese tipo- murmuró señalando el cuerpo muerto e infectado en la mesa de al lado. Por cada prueba nueva que lograban realizar, Becky subía a la azotea, apuntaba y le disparaba a un vagabundo infectado y luego junto a ella iban en su búsqueda. Eran sus nuevas ratas de laboratorio, pero necesarias si querían cambiar las cosas- se nos está acabando el tiempo, Char-

- Lo sé. Ya ni siquiera tenemos ni una miserable aspirina ¿Cuánto tardará Becky con lo que le pedimos? -

- No lo sé- musitó ella- ya no encuentra gasolina por lo que caminando tardará el doble de tiempo, supongo. Si los saqueos en las farmacias aumentan, no habrá antídoto realmente luego, Char-

- Ya lo sé, pero no podemos...- su compañera se detuvo, cuando en la tercera mesa, el cuerpo atado comenzó a convulsionar y ambas solo se miraron antes de correr hacia él.

Era un hombre robusto, quizá apenas de 40 años, pero habían estado estudiando su comportamiento desde la ventana y, a diferencia del resto de la horda, no paraba de correr cada vez que oía un sonido.

Mientras Charlotte ajustaba el cinturón que apretaba sus piernas, ella hizo lo mismo con el que sostenía su pecho y luego de unos minutos, la fuerza que ejercía para liberarse se detuvo y abrió los ojos de repente.

Estaban rojos y mucho más oscuro que los demás cuerpos que examinaban. Las dos coincidían en que era una especie nueva o había algo en su sistema inmunológico que alteraba la transformación.

Pero lo cierto que era distinto y, como él, si querían continuar seguras, debían evitar los demás que con el paso del tiempo no paraban de correr porque en cualquier momento las atraparían.

El cuerpo aún se conservaba en buen estado a pesar de las mordidas en sus hombros, cuello y brazos. Por eso le pidió a Becky que no le disparara en la cabeza, solo en ambas rodillas para derribarlo y con total dificultad por su peso, lograron subirlo después.

- Solo pasaron seis horas desde su inyección- recordó Freen limpiando el sudor de su frente - si su examen de sangre determinaba adrenalina, es un hecho que eso debe ser lo que lo controla-

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