interludio

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Hoy era el día

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Hoy era el día.

Hoy por fin tendría a su príncipe.

Jungkook llevaba observando detenidamente a su humano por unos días. Quería conocerlo.

Era tan entrañable. La mínima cosa que este hiciera, le parecía objeto de su total atención. Su propia existencia, la existencia de su humano. Le parecía maravillosa. Digno.

Había anotado mentalmente las cosas que hacía a gusto, lo que le desagradaba y lo que le aburría. Se sabía su horario a la perfección, aunque a veces su humano le tomaba desprevenido y hacía cosas fuera de su entendimiento.

Había memorizado sus pequeñas manías. Como mordisquear sus dedos al pensar. Arrugar su nariz. Estornudar por la mínima cosa. Sus ojos siempre como si tuviera sueño. Sus ojos curiosos, boca en piquito y nariz de botón.

Noto que su humano no hacía mucho fuera de su casa. En esta semana solo había ido una vez a la ciudad. No lo había visto relacionado con otros de su especie. Tampoco hacia llamadas. Solo hablaba en pequeños murmullos, renegando solo. Jugando con sus animales.

Se esforzaba mucho en su tierra, en su casa, en el bienestar de los suyos. Jungkook sonreía al verlo.

También había estado mandando mensajes para su Príncipe. En sus tierras, declarando su profundo amor. Pero él, su humano parecía muy despreocupado por eso, como si no entendiese sus palabras.

A veces, Yoongi, se acostaba en su jardín y veía el cielo, durante largos ratos, murmurando.
A veces, fruncía el ceño.
A veces, hacía pucheros al hablar.
A veces, se asustaba solo y luego se reía solo.
Se llamaba tonto.
Era despreocupado.

A veces, lloraba hasta dormir, Jungkook haciendo acto de presencia luego de que se quedara profundamente dormido para secar sus lágrimas, acariciando su cabello ondulado, arropándolo, dándole consuelo a lo que sea que lo atormentara. Cuidándolo.

A veces, sonreía por nada.
A veces, sonreía por todo.

Jungkook quería darle un gran punto de interés al pensar en su humanito sonriendo. Era cálido, suave, se sentía conmocionado al verlo.

Su corazón latía el doble al ver sus dientes de gomita, sus encías rosas, arrugas a los costados de sus ojos dormilones, mejillas sonrojadas.

Su risa como un estruendo, un estruendo de luz, brillante y contagiosa, grave, sus hombros moviéndose, sus manos cubrían su rostro al querer retenerlo.

Era precioso.
Como mil estrellas,
como mil planetas,
como mil galaxias,
como mil universos.
No, Yoongi era más que eso. Yoongi era la existencia de su propio sentir.
Era su todo.

En todo el gran universo, este pequeño ser, con sus manías y sombrero de paja, tenía la fuerza suficiente para poner de rodillas al rey de reyes, solo si sonreía.

Su único en todo el universo.

Jungkook había visto mucho en una semana. Era un humano singular. Fuera de su imaginación.

A su parecer, la cosa más hermosa que existía.

La mejor creación del cosmos. Merecedora de su atención y veneración.

Lo tendría a su lado.
Para cuidarlo.
Amarlo.
Darle todo.

Sonreír con él.
Solo con él y todo lo que quisiera.

Para siempre.

Para siempre

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©ther.

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