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—Claro

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—Claro. —Río adorablemente, incluso se agarró un poco de la madera de la puerta para no caerse por la risa. —Claro, claro. —Sopló. —Bueno, Rey Jungkook de Ochurus-

—De Osiris, Príncipe. —Le corrigió SeokJin.

—De Ochurus. —Siguió. —¿No desearía hablar adentro?

Dios, esto era sin duda el sueño más estrambótico que había tenido en años. Y eso que había soñado con brujas jugando al tenis. Pero, esto, esto estaba a otro nivel de drogas.

—Sería un honor. —Se inclinó hacia él levemente. Su voz era grave y tenía un leve acento que no supo reconocer. Todos lo tenían, pero el del Rey era el más detectable.

—Todos, por favor, no se queden ahí. —Sonrió. —Entren, con el poder de mi mente y la gran imaginación de mi cerebro seguro les hago unos bocadillos en segundos. Ahora me cuentan. —Se explayó divagando, aun en su creencia de que era un sueño. —Pasen, pasen.

¿Por qué no ser amable con estos seres? Es un sueño, da igual, no pueden matarme. Se dijo.

Todos hicieron una reverencia, incluso el Rey, y agachándose entraron en su casa.

Haz la casa más grande, cerebro. Pidió cerrando los ojos.

Abrió uno de sus ojos, pero nada paso. Su casa seguía midiendo lo mismo y los gigantes seguían siéndolo.

Bu, que sueño lúcido más malo.

Los hombres, o si es que eran hombres, es que, su cerebro era una pasada, eran tan extraños, como, como de otro planeta. Ellos seguían en fila, observándolo y observando todo con mucho entretenimiento. El Rey, que era poco disimulado, lo miraba fijamente.

Yoongi hizo un puchero, no podía ver siquiera que estaba viendo tan detenidamente. Todos aún llevaban esas máscaras tan extrañas y extravagantes.

Debía dejar de ver tanto anime. Su cerebro comenzaba a soñar cosas extrañas.

—Por favor, siéntese. Todos, siéntense. —Pidió calmadamente pues era su sueño.

—¿Dónde? —Habló SeokJin.

—¿Dónde...? —Yoongi se preguntó así mismo.

Las sillas eran como sillas de preescolar para ellos, obviamente no iban a sentarse ahí. El sillón tampoco, solo tenía individuales porque, bueno, vivía solo y nadie iba a visitarlo.

Cerebro, haz las sillas más grandes. Cerró otra vez sus ojos.

Abrió sus ojos, y nada.

Qué sorpresa.

Hizo un puchero. —Ya sé. —Les dijo. —Quédense acá. —Habló rápidamente, y fue casi corriendo a su habitación.

Pensó mientras observaba su habitación. En un movimiento fue a su armario y sacó todas las mantas más suaves de ella, esas que usaba en invierno para que el frío no lo matara.

𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora