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A unas horas del atardecer, Min Yoongi llegó a casa con las manos y el rostro entumecidos.

Las bajas temperaturas apenas comenzaban y el país entero de pronto parecía ir un poquito más despacio. Le gustaba creer que el frío hacía a todas las personas un poco más sensibles.

El portero del edificio le recibió con una reverencia, sobre el recibidor había una taza humeante y también un recipiente con guisados. La comida caliente también alentaba a las personas a comer con menos prisa, a soplar un poco frente a sus bocados y tomarse el tiempo de saborear sus platillos.

Yoongi amaba la estación invernal, en su vida muchas cosas buenas pasaron mientras caía nieve del cielo.

-¡Señor!

Detuvo sus pasos hacia el elevador y se giró a la entrada, el portero corrió hacia él con la boca llena y un sobre en la mano.

-Es para usted.

-¿Para mí?

El sobre era pequeño, ligero al tacto, de papel fino y con un lindo estampado floral. Incluso pudo jugar que tenía un ligero aroma a perfume.

-Sí, la chica que vino dijo que se lo entregara personalmente a Min Yoongi.

-¿Min Yoongi? -frunció el ceño- ¿Está seguro?

-Muy seguro, ella dijo "Min Yoongi".

Observó el sobre con curiosidad y confusión. Hacía mucho tiempo que no llegaba ningún paquete a su nombre. Tras un momento de duda guardó el sobre en su bolsillo, se despidió con una reverencia y tomó el elevador mientras se aflojaba un poco la bufanda que protegía su cuello.

En el departamento tomó una ducha caliente, cenó un paquete de ramyun y se echó en la cama a escuchar un poco de música.

A veces extrañaba tener tanta paz como en esa noche, eran sólo nostalgias efímeras que surcaban su mente. Mucho tiempo se sintió egoísta, se disgustaba con él mismo por pensar de esa manera; sin embargo comprendió con el tiempo que era una persona por sobre todo lo demás, que el egoísmo era tan natural en él como el hambre porque eso es parte de ser un humano.

Con ojos pesados observó el sobre que dejó sobre la encimera, el fino papel se veía muy bonito bajo la luz de la lamparita de noche que compró en su primer viaje a Estados Unidos; por un momento pensó en dejar el sobre allí para siempre, convertirlo en un adorno más de su casa.

Y así, observando entre melodías suaves el lindo estampado del papel, el sopor del sueño arrebató su consciencia sin aviso. Se quedó dormido con la bata de baño puesta y el cuerpo cruzado en el colchón.

La música continuó aunque ya nadie la escuchaba, una tras otra fueron avanzando las canciones hasta llegar a los primeros títulos que guardó en su playlist.

Entonces sonó la primera canción de todas, esa canción que a veces olvidaba.

Los acordes inundaron el aire y la calma de su sueño, cada nota viajó como una niebla tenue hasta su conciencia dormida.

Y volvió a soñar con ese rostro.




-Gonche

Querido GiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora