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Después de un baño tibio y una orden doble de sashimi, Yoongi decidió que sería buena idea mover los muebles de la recamara. El ocio terminó generando en él un ímpetu por darle nuevos aires a su departamento.

Arregló la gotera del baño y limpió los espejos, aspiró las alfombras y al final remodeló el orden de la habitación principal.

Alineó la cama frente al ventanal y cambió las cortinas, pintó las partes desgastadas, acomodó el tocador a un lado del clóset y finalmente puso las mesitas de noche en el orden correcto.

Cansado y satisfecho con su arranque de productividad, se detuvo al fondo de la habitación para inspeccionar los resultados. Entonces vio el sobre asomándose debajo de la cama con sólo una esquina de papel sobresaliendo del mueble.

Había pasado un día desde que lo recibió y de pronto no le apetecía más conservar intacto el bonito papel. Tras tomarlo se sentó al borde del colchón, la cejilla del sobre tenía un seguro de cera por lo que abrirlo representaba un pequeño tirón con los dedos.

La cera cedió, vació el contenido en sus muslos y entonces sintió su corazón detenerse por una dolorosa eternidad enfrascada en una bocanada de aire.

Dos boletos para el concierto de Park Jimin aterrizaron gentilmente sobre su piel blanca, tras ellos aterrizó una pequeña hoja doblada a la mitad.

Sus manos temblaron, sintió escalofríos y la boca seca. Pudo sentir cada uno de sus poros erizándose, el nerviosismo entrando como un tornado hasta la más recóndita célula de su cuerpo.

No quería tocar nada, tuvo la dolorosa urgencia de levantarse y correr hasta no saber más de sí pero sus manos fueron más rápidas y la pequeña hoja terminó mostrándole esa caligrafía descuidada que un día le hizo reír, suspirar, amar y también sentir que moriría de tristeza.


"Tengo dos lugares reservados para ti, espero verte, me haría muy feliz."

-Jimin


Las lágrimas brotaron sin que Yoongi pudiera hacer algo al respecto. Estaba enojado, muy nervioso. No entendía por qué no podía controlarse, por qué sus manos temblaban tanto, por qué le volvía a doler el pecho como hace muchos años no dolió.

Tomó su celular con un grito de frustración que también brotó de su garganta sin que él lo pudiera evitar. Abrió su lista de contactos y buscó el nombre que juró nunca más buscar.

—¿Por quién me tomas, imbécil bastardo? —escupió mientras sus dedos tecleaban en la pantalla y sus ojos no dejaban de lagrimear— ¡Qué se jodan tú y tu estúpido concierto y tu maldita carrera! ¡Idiota! ¡Eres un cínico infeliz!

Arrojó el teléfono a la cama y se levantó, no le preocupó marcar los boletos con la suela de sus pantuflas. Necesitaba aire, escuchar una voz que le tranquilizara y le hiciera sentir que él era suficiente, que merecía ser una prioridad.

El chat que por años se mantuvo inactivo, una vez más se activó con el mensaje que envió con los nervios de punta. La pantalla sin bloquear resplandeció en silencio, sumergida en la soledad de la habitación.


¡Qué sorpresa, Jimin! Gracias por tomarme en cuenta, nos vemos mañana. Felicidades, eres todo lo que un día soñaste ser. Valió la pena.





-Gonche

Querido GiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora