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La vida no fue lo que Park Jimin algún día creyó que iba a ser.

Si el destino era real, Jimin estaba seguro de que ese no era el destino que esperó vivir. Era feliz, por supuesto, no deseaba regresar en el tiempo porque estar en ese lugar había costado miles de noches de llanto pero, si fuera posible, le habría gustado que sus circunstancias fueran diferentes.

Sabía muy bien que anhelar la vida que nunca tuvo podría volverse una penitencia eterna. Mucho tiempo luchó contra la culpa y el dolor hasta que un día comprendió que la vida es un ciclo que nunca detiene su paso y que, aún contra su voluntad, tenía que seguir adelante.

Dejó de pensar en lo que pudo haber tenido y abrazó un nuevo futuro incluso si eso representaba soltar su pasado. Le gustaba creer que finalmente había conseguido madurar.

—Jimin, es hora de levantarse.

La voz que sonó tras la puerta de su habitación de hotel le hizo sentirse inquieto, su celular no había sonado y tampoco tenía noticias de su invitación. No debía esperar nada y aún así estaba esperando, era algo que no podía controlar.

—Jimin, es hora...

—¡Estoy despierto! —anunció estirándose en la cama.

—El desayuno está listo, puedes ducharte más tarde, tenemos mucho tiempo libre este día.

Sintió el cuello adolorido porque sin darse cuenta había terminado con el cuerpo cruzado en la cama. Dormir en esa postura siempre le traía problemas; aún así había algo más molesto que ello y eso era el tortuoso silencio de su celular.

Ninguna notificación, ninguna llamada, ni siquiera un mensaje.

Sintió su orgullo herido aunque no lo suficiente como para que el temor en su pecho se dispersara. Odiaba esperar y mortificarse con la intriga cuando la solución estaba a sólo un viaje en auto; pero debía ser consciente, ser maduro y comprender que podría no obtener alguna respuesta.

Así era la vida después de todo.





-Gonche

Querido GiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora