Érase una vez, una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para protegerse del frío. Por eso el mundo la llamaba la Caperucita roja. Un apodo que la chica odiaba con todo su ser ¿¡Tanto les costaba a la gente aprenderse su nombre!? Hong Eunchae, Manchae para sus amigos.
Eunchae vivía en una casa cerca de bosque, en el reino de lejano que gobernaba la madrastra de la Blancanieves. Era común verla pasear por las calles cercanas, caminando entre saltitos y con una sonrisa que contagiaba a todos. No había niña más pura e inocente que ella, pensaban todos. No había nadie más con una sonrisa tan tierna.
Un día entró a su hogar y mientras vigilaba que su madre no la viera, agarró la cesta, le colocó pan y otros dulces para así salir en silencio. Su familia era panaderos, por lo que no solían notar que un par de cosas se desaparecieran.
Caminó hacia el bosque prohibido y luego de caminar tan solo cinco minutos, se sentó en un árbol caído para así comer todo lo que se robó.
Se encontraba comiendo un rollo de canela cuando vio a lo lejos a una chica correr hacia la profundidad del bosque. Se detuvo para verla, luego encogió sus hombros, negó con su cabeza y siguió comiendo. No era problema suyo que alguien se metiera al bosque, su propia madre le recordaba que era un lugar prohibido, lleno de ladrones, monstruos y lobos feroces.
🍞
Un día, un mes después de eso, la madre de la Caperucita le dijo:
—Hija, tu abuelita está enferma. He preparado una cesta con tortas y un tarro de miel para que se la lleves. Necesitaras energías para que se recupere—Eunchae agarró la cesta y sonrió al ver su contenido. Tragó saliva y se pasó la lengua entre sus labios ¿Cómo era posible seguir teniendo hambre si acababa de comerse un pastel entero? Su madre soltó un largo suspiro—Por favor, trata no comerte todo el camino.
—¿¡No confías en tu propia hija!?—le quitó el cesto—¡Eso es indignante!—exclamó al salir.
Soltó una risa traviesa y caminó por el mismo camino de siempre para llegar a su querida abuela. No era la primera vez que iba, la visitaba mucho más seguido que su madre. Era bastante más cómodo estar con su abuela que su madre, ya que al menos con ella no tiene que ocultar sus ganas de comer.
—Ten mucho cuidado, cariño—le solía decir su madre—No te distraigas con nada y no hables con extraños. Sabes que el bosque es peligroso y nada te pasará si caminas directo por el camino hacia tu abuela.
Patrañas, pensaba Eunchae y se salió del sendero.
Cuando llegó al bosque, no solo se distrajo con los animales que vivían tranquilamente en el lugar. Si ellos podían vivir así, ¿por qué ella no podía simplemente tomarse su tiempo para llegar a la casa de su abuela? Si fuese de verdad peligroso ¡Su abuela no tendría una casa en ese lugar!
Pensó en la chica que vio hace pocos días, la que corría hacia el interior y tenía piel blanca como la nieve. Ella seguro sabia que nada malo le pasaría. Ademas, no era la primera vez que se detenía solo para recoger flores ni que se desviaba un poco del camino.
—¡Oye! Niña—Eunchae agarró una piedra y, sin ver quién era la que la llamaba, la tiró directamente a la cabeza de la otra chica.
—¡Sobre mi cadáver!—gritó a todo pulmón. Agarró otra piedra y caminó hacia el cuerpo que había arrojado de un caballo blanco—¿Quién eres y porque me quieres matar?
—Solo preguntaba si había visto a la princesa—Eunchae entrecerró los ojos.
—¿A la encantadora o la gruñona?
ESTÁS LEYENDO
Once upon a...Le Sserafim?
FanfikceUna chica con un cabello muy largo, una niña con una capa roja, una chica con la piel blanca como la nieve, una bella que no deja de dormir y una princesa encantadora. #23 en cuento 030224