Capítulo 1

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Se suponía que luego de casarse con Laenor todo estaría bien.

El escándalo de lo sucedido con su tío había quedado atrás, había sido un gran secreto a voces, ella se había casado con Laenor, debería haber tenido a sus hijos, pero él simplemente no podía dárselos.

Luego de una noche sin pasión, en que ella sintió el cuerpo de su borracho primo sobre el suyo, con su polla medio dura y susurrándole el nombre de su amante, ella supo que jamás podrían tener un hijo.

No había llorado esa vez, aunque había deseado con toda su alma hacerlo.

Así no era como debería sentirse el sexo, aunque era como la mayoría de las mujeres del reino se sentían.

Solo su tío había puesto en ella la esperanza de tener algo más, de que las mujeres también podían disfrutar, pero esa idea se había esfumado cuando su padre la obligó a casarse con Laenor.

Su tío se había casado con Laena, y ellos eran felices disfrutando su matrimonio en una romántica luna de miel por las ciudades libres.

Mientras se acurrucaba en su cama escuchando a Laenor roncar a su lado, ella deseaba, realmente deseaba que su tío fuera feliz, que luego de que su padre los separara, y a él lo exiliara, él hubiera podido encontrar la felicidad.

Lo de ellos jamás podría haber sido, su padre jamás lo habría permitido.

Su padre era el rey, pero los que gobernaban eran los Hightower.

Cuando su primo despertó al otro día, le suplicó de rodillas que lo perdonara, sabiendo que la había hecho sufrir aquella noche, le había pedido que se volteara en la cama, y había intentado dejar un heredero dentro de ella.

Ninguna mujer merecía ese trato, y ambos llorando y tomados de las manos, acordaron nunca más intentarlo.

— Nunca me perdonaré lo que te hice — dijo Laenor sosteniéndola contra sus brazos y besando su frente.
— No es tú culpa — dijo ella sabiendo bien que no era culpa de Laenor que Corlys lo hubiera obligado a aceptar ese matrimonio.

Rhaenyra pensó que con el matrimonio las cosas se tranquilizarían, pero la corte exigía que la heredera debía tener sus propios herederos, y los Velaryon presionaban también.

Incluso su padre había enviado a los maestres para que revisaran si ella tenía algún problema para quedar embarazada.

Afortunadamente, el maestre Gerardys la respetaba, no la revisó, no la tocó, solamente le dijo al rey que todo estaba bien, y que seguramente ella pronto tendría un heredero.

Eso tranquilizó a su padre, y a los Hightower que no dejaban de murmurar que Aegon debería ser el heredero porque ella no podía tener hijos.

Entonces Harwin Strong apareció en su vida, guapo, amable, fue fácil caer por él y entregarse a él buscando aquello que había visto en el burdel, placer, quería sentirse deseada.

Él la folló con abandono, y ella se sintió deseada en sus brazos, él no era como su primer amante, Criston Cole, él no buscaba que ella huyera con él y se casara con él, él estaba bien con ser su amante. Él definitivamente no era como Laenor, él disfrutaba de follársela y ella se sentía poderosa al poder deshacer a aquel hermoso hombre bajo su cuerpo.

Y entonces sucedió, ella quedó embarazada y el rey celebró con un torneo el que su hija tendría un heredero.

Laenor y ella estaban nerviosos, sabían la verdad, y rogaban a los dioses, el niño saliera con los cabellos de Rhaenyra.

Sin embargo, los dioses no los bendijeron y la verdad quedó expuesta.

La historia podría haber sido diferente, sin embargo, la reina Hightower había dominado el corazón del débil rey Viserys, y fue ella quién manipuló cada acción y palabra de su esposo.

Atormentado por la vergüenza de que su hija hubiera dado a luz un bastardo de la casa Strong, Viserys despidió a Lyonel Strong como su mano del rey, y envió a Harwin Strong al muro, donde fue asesinado por unos salvajes al poco tiempo de llegar allá.

Laenor fue exiliado, concediéndosele el divorcio, pero despojándolo de todo título, aunque para él eso fue algo bueno.

A Rhaenyra en cambio, le tocó algo mucho peor, fue exiliada del palacio junto con su hijo, y aunque ella suplicó a su padre que al menos dejara a su hijo quedarse en el palacio, que no tenía a donde ir, él no la escuchó.

Por supuesto, Otto Hightower le había dicho al rey que conseguiría un lugar donde dejar a Rhaenyra porque ella no tenía donde ir.

El rey jamás preguntó cuál era ese lugar, no quería saber de su hija, ella había deshonrado la memoria de su madre demasiadas veces ya.

Criston Cole fue quién ayudó a llevar a la princesa exiliada al lugar donde la dejarían, un burdel en las ciudades libres, donde nunca la dejarían salir.

— Además del rey, hay alguien que jamás debe enterarse — dijo Otto a Criston Cole que veía lo asustada que parecía la princesa viendo el lugar donde la dejarían.
— El príncipe Daemon jamás se enterará de nada, haré que nadie informe a Pentos lo que ocurrió con la princesa — dijo él y Otto Hightower asintió.
— Por favor, Lord Otto, no dejen a mi hijo acá — lloró ella con su pequeño Jace abrazado a su pecho.
— Acá es el lugar donde una puta y sus bastardos deben estar — dijo Otto mirándola por última vez y saliendo de allí.

La encargada del lugar la obligó a entrar y le quitó cada joya y posesión que tenía.

— Trabajarás limpiando las mesas en este lugar, agradece que nos pagaron bien para que no te tuviéramos que vender a los hombres del lugar — dijo la mujer y arrojó a Rhaenyra a una habitación común donde la miraban con envidia por sus rastros valyrios.

Los primeros meses, ella solo limpió el lugar, aguantando las palabras y los toques de los hombres que llegaban al lugar.

Tenía miedo, demasiado miedo porque ellos ofrecían oro por pasar una noche con ella, pero la mujer a la que Otto la había vendido esperaba una oferta mejor para venderla, o eso era lo que le decía para atormentarla.

Ella jamás vio un poco de dinero en ese lugar, era una esclava más que una trabajadora, al menos le daban comida y ella podía alimentar a su pequeño Jace.

— Algún día saldrás de acá mi pequeño príncipe, te lo juro — dijo Rhaenyra sollozando de frío con su hijo abrazado a ella.

{•••}

Una mujer de las que se prostituía en el lugar se compadeció de ella y le puso una manta en los hombros, y fue la prenda más preciada que ella tuvo en ese lugar.

Los meses se convirtieron en un año rápidamente, y ella sabía que no faltaba mucho para que la vendieran como a una prostituta más.

Los hombres solían apretar su trasero, sus pechos, cuando ella limpiaba el lugar.

Habían intentado atacarla, pero como era demasiado valiosa, su captora la defendía hasta que pudiera venderla por un buen precio.

El sufrimiento De La Princesa Rhaenyra I Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora