14. Judas

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Con el paso de los días, la vecindad comenzó a parecerse más a un local de una banda de rock que a la tranquila comunidad que solía ser. A muchos vecinos les resultaba confuso entender cómo Doña Clotilde había conseguido el dinero suficiente para comprar todos los instrumentos necesarios para iniciar una banda. 

—¡Empezamos en tres, dos, uno...! ¡A la acción! —gritó el Chavo, sosteniendo el micrófono junto a su nueva guitarra. No obstante, faltaba una melodía en el grupo, y no tardaron en darse cuenta de quién se trataba.

—¡Quico! Debes de estar atento ¿Cómo nos vamos a volver famosos si te atrasas?— empujo la Chilindrina a Quico, enfadada de que su amigo no estuviera todo oídos. 

—No me grites, estoy haciendo lo mejor que puedo— se aparto el niño, con una clara muestra de disgusto.

—Tomemos un descanso— interfirió Clotilde, procurando bajar las aguas. 

—Si, tengo muchisisisima hambre ¡Compremos tortas de jamón!— brincaba el Chavo con alegría 

—Si la banda no funciona, les cobrare a sus padres— amenazó la doña, frunciendo el ceño.

—Tranquila Doña Clotilde, pronto estaremos viajando en "Nueva Yo"— aseguró la Chilindrina, con una sonrisa confiada, imaginando su travesía en el mundo.

—New York— le corrigió Quico, cansado de su mala pronunciación en el Ingles. Aunque él no se quedaba atrás.

—Me pregunto, como se encontrara mi tía— murmuró Paty, preocupada por su tía.

—Ya le devoró un jaguar— se aparto la Chilindrina, mientras se reía de su chiste.

—Podría ser, por que con tu papá no se llena— contestó la joven, devolviéndole su gracia. 

—Chanfle— exclamó la Chilindrina, llevándose las manos a la cabeza. Desconcertada de que las probabilidades de que ocurra lo mencionado fueran altas. 

*

Las demás personas no pudieron evitar mirar a Florinda luego de su acción. Era claro que la mujer estaba avergonzada, una mancha carmesí invadía sus mejillas. Sin embargo, su cerebro no pudo procesar de manera más pasiva la información que le llegó. Sus pensamientos eran un rompecabezas, cada pieza una pregunta sin respuesta, una duda sin aclarar.

—Vaya, eso suena interesante ¿Y como paso?— continuo Florinda, luego del accidente, su curiosidad teñía una sensación de inevitabilidad.

—Fue un accidente. Estábamos admirando la laguna cuando de repente, el profesor resbaló y splash, terminó empapado.— relató con una voz que parecía resonar en un vacío sin fin.

—Son cosas que pasan ¿Qué más hicieron?— preguntó Gloria, inclinándose hacia adelante, con la elegancia de una dama victoriana en busca de chismes frescos. Típico de ella. 

—Encontramos un hermoso campo lleno de flores— continuó Ramón, sus palabras evocando una escena que parecía tan real como onírica, un paisaje nuevo en su vida pero de su gusto. 

—Ojala el tiempo me sobrara como para tener un momento a solas con Inocencio— suspiró Florinda, su voz cargada de anhelo y una pizca de melancolía

—¿Para que le vuelva a marcar? Que apasionada es usted—

—¿A que se refiere con que le vuelva a marcar?— interrogó Ramón, con una confusión evidente mientras sus cejas se fruncían. Lo sospechaba desde un inicio. 

Le voy al necaxa 𝄁 Don Ramón - Profesor JirafalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora