𝐬𝐡𝐞𝐞𝐩𝐬 ‹ › sasharcy

sheep seven

La azabache estaba terminando de colocarse sus zapatos para irse al colegio. Iba atrasada ya que se había levantado tarde, la noche anterior se quedó despierta contando una y otra vez ovejas lo cual no la había ayudado a conciliar el sueño y se  mantuvo despierta mirando el techo dejando que su imaginación fluyera. Además que le dolían sus ojos y su cuerpo.

Sasha no estaba en el departamento cuando se despertó, por lo que supuso que se había ido sin ella a la universidad. Suspiró y se levantó del sofá, tomando su mochila dejándola colgando de su hombro. Estaba de malhumor y se podía notar en su semblante, lo menos que quería ese día era que la molestaran.

Se encaminó a la cocina para hacer un desayuno simple y rápido para llegar a tiempo. Solo bastó de un pan con jamón envuelto en papel toalla el que colocó en su mochila junto con un jugo de manzana. Dió un último vistazo al lugar, todo estaba ordenando y tranquilo, pero sus ojos se fijaron en el lugar dónde guardaban los cubiertos. Ladeó la cabeza y frunció levemente el ceño mientras alzaba sus hombros, tomo un cuchillo, el más pequeño y lo escondió en su mochila para ahora sí irse al colegio bastante apurada.

Durante el camino, tenía la mirada baja con su cara seria denotando su mal estado de ánimo, ya no le importaba si se chocaba con algo o alguien, solo quería llegar a tiempo a la escuela pero ya iba bastante tarde. Sabía que sería recibida con burlas de parte de sus compañeros a penas tenga un pie dentro del salón.

Y así fue.

Solo hizo entrar a su salón de clases y ya le habían puesto el pie para que cayera a propósito al suelo, lo que fue logrado y sus compañeros comenzaron a reírse a carcajadas, algunos siendo bastante exagerados con su risa que era muy molesta.

Marcy inhaló y exhaló antes de volver a ponerse de pie y sentarse en su lugar con la capucha puesta también intentando cubrir su rostro con sus manos. Quería arracancarse los oídos en ese momento o hasta preguntarse de porque no había nacido sorda, el sonido de las risas continuaba y solo hacía que su enojo incrementara al igual que su dolor de cabeza, los ignoro por ahora.

Las risas dejaron de oírse cuando la profesora de la primera hora de clase entró al salón y comenzó a dar indicaciones. Bueno, al menos un tiempo de tranquilidad para ella.